Decline del progresismo en América Latina

Este texto fue redactado a mediados de mayo de 2021, tres semanas antes de las elecciones del 6 de junio en México. En esta minuta se plantea que el POS haga campaña por anular el voto. Una de nuestras hipótesis es que en estos dos años y medio de gobierno de AMLO ha habido una erosión del apoyo popular al presidente y a Morena, y que tenemos que esforzarnos porque esta inconformidad se manifieste a través del voto nulo y no regrese a los partidos tradicionales.

El partido Morena ha entrado en una rápida declinación.

Mientras que en Brasil, Argentina, Bolivia, Venezuela y Ecuador el llamado “progresismo” tuvo un esplendor de más de diez años, en México el partido oficial ya muestra signos de crisis. Aquí nos referimos a los casos de elecciones recientes en Perú, Ecuador y Bolivia que muestran que el “progresismo” está en retroceso. Pensamos que en México ya hay cientos de miles, si no es que millones de personas que están decepcionados de AMLO-Morena, pero que aborrecen al PRI, PAN, etc. Los socialistas debemos decirles que somos su opción y que hoy los llamamos a acudir a las urnas a anular el voto. Tendremos entonces una fuerte disputa tanto contra Morena como contra la derecha. Se trata de emerger como una corriente que ofrece una verdadera alternativa a muchos miles de trabajadores, mujeres y jóvenes.

Drástico retroceso o declinación del “progresismo” en América Latina

Para captar la evolución de López Obrador y de Morena, tenemos que referirlos a lo que acontece con la corriente internacional a la que pertenecen, el llamado progresismo o centro izquierda (que era definido por Trotsky y N. Moreno como el “frente popular”, es decir, la unión de trabajadores y grupos de izquierda con un sector de la clase capitalista).

A fines del siglo pasado y principios de este ocurrieron en algunos países de América latina revoluciones populares contra gobiernos electos. En su momento, en los años 1997 a 2007, estudiamos acuciosamente los levantamientos que derribaron a tres gobiernos en Ecuador, a dos o tres en Bolivia y la caída del gobierno de De la Rúa, en Argentina. Con algunas diferencias, algo similar ocurrió en Venezuela y en Brasil. Lo que nos interesa recordar aquí es que, como respuesta a tan grande inconformidad popular apareció el “frente popular”, alianzas de sectores populares con fracciones de la burguesía adobados con discurso de izquierda. El “progresismo” fue una salida reformista para sofocar los levantamientos populares, que amenazaban con destruir el sistema capitalista. Los “progresistas” en el gobierno pudieron tener éxito debido a que durante unos años subieron los precios internacionales de las materias primas, lo que les permitió hacer algunas concesiones a las poblaciones. Pero el fin del crecimiento económico los obligó a presentar públicamente su verdadero rostro: son corrientes capitalistas y pro-imperialistas que cumplen los dictados del Banco Mundial y el FMI; son neoliberales, fomentan los llamados proyectos extractivistas y empobrecen a los pueblos.

En noviembre pasado el otrora poderoso PT (Partido de los Trabajadores) de Brasil consiguió apenas el 3 % de la votación total en las elecciones municipales. La debacle de este partido favoreció la emergencia de otras corrientes de izquierda. En la capital de este país, San Pablo, con más de 12 millones de habitantes, el candidato del PSOL (Partido Socialismo y Libertad) consiguió el segundo lugar, el 40% de la votación, 2.2 millones de votos. El joven Guillermo Boulos seguramente le disputará la candidatura presidencial de la izquierda a Lula da Silva (75 años), tal vez la última carta fuerte del PT en la elección del año siguiente en Brasil.

Es más impresionante la situación en el Perú, es mayor su evolución política. Ya no sabemos en dónde quedó el “progresismo” de este país, cuándo quedó eliminado. En las elecciones presidenciales que hay en este momento aquí, en la primera vuelta de las votaciones algo equivalente a AMLO ni siquiera apareció. La larga crisis política peruana ha hecho trizas a los partidos orgánicos y tradicionales de la burguesía, incluyendo a los “frentepopulistas”. El partido burgués con más votación es el de los Fujimori, que obtuvo en primera vuelta el 13% de la votación (suficiente para pasar a la segunda vuelta). Aquí lo interesante es la aparición de una corriente radical que postuló al dirigente de la huelga magisterial de 2017, Pedro Castillo, que con el 15.7% de los sufragios fue el candidato más votado. El profesor, un “marxista” en algunos de sus postulados económicos, es un conservador en cuestiones de género. Está contra el aborto, el matrimonio igualitario, etc., aunque promete que, de ganar la presidencia, someterá estas cuestiones vitales a la decisión de una Asamblea Constituyente. Sea como fuese, lo destacable es que también en este ejemplo aparecen nuevas corrientes de izquierda con gran arrastre popular. También es destacable que en Perú la primera fuerza electoral fue el voto nulo, con 17.8%.

En Bolivia, parecía que el reciente triunfo electoral del MAS al volver a ganar la presidencia (octubre 2020), le daría un nuevo aire al partido Morena de este país. Pero en las elecciones de hace unos días en cuatro departamentos (equivalentes a las entidades federativas mexicanas) el partido de Evo Morales ha perdido, entre ellos en el de La Paz, que comprende la capital y la ciudad proletaria de El Alto. El MAS fue humillado: sólo tiene un total de tres de nueve departamentos. Ha perdido el control que tuvo sobre el movimiento popular. Antes recibía el apoyo de los campesinos dirigidos por Felipe Quispe, el Malku; hoy su hijo es el gobernador del departamento de La Paz postulado por un partido rival al MAS. En el departamento Chuquisaca el MAS sucumbió ante otro líder indígena, Damián Condori, quechua. Algo similar pasó en Pando.

En Ecuador quizás estamos presenciando los estertores del partido de Rafael Correa, el AMLO de este país, que creyó que ganaría la presidencia en las elecciones de hace unos días, pues en la primera vuelta obtuvo el 32 % de la votación. En segundo lugar quedó Yaku Pérez, líder indígena de Pachakuti (algo parecido al Consejo Nacional Indígena de México), que sacó un 18-19%. Al candidato correísta y a Yaku les correspondía competir por la presidencia en la segunda vuelta. Las simulaciones electorales arrojaron que si jugaban estos dos candidatos ganaría Yaku. Así que el partido que llegó en tercer lugar, que postuló al banquero Guillermo Lasso, y el partido de Correa, le hicieron fraude electoral a Pachakuti, que quedó fuera de la lisa. El cálculo de Rafael Correa era que a Pachakuti y a Izquierda Democrática no les quedaría más remedio que votar por Arauz, el candidato presidencial de Correa. Pero no fue así. Pachakuti llamó al voto nulo, que obtuvo el 17%. Y ganó Lasso. Para Pachakuti y la poderosa organización indígena y campesina CONAIE tanto el partido de Correa como Lasso son neoliberales y traidores al pueblo, la diferencia entre ambos es que unos son cínicos y Correa esconde su programa pro-imperialista, capitalista y su actuar corrupto bajo frases progresistas.

Así lo dijo Yaku Pérez:
El correísmo es una tendencia populista que se adorna con un mensaje antiimperialista, pero se arrodilla ante el imperio chino; predica la ecología, pero desangra la Pachamama [la madre naturaleza]; dice ser socialista y privatiza puertos, telefónicas, campos petroleros y mineros.” (BBC, abril 2021)

Otra característica de la nueva situación en Suramérica es el crecimiento de algunas agrupaciones trotskistas.

En el PSOL (Brasil) está el grupo Resistencia, de militantes que rompieron con el PSTU por la derecha. Ellos aseguran tener un millar de militantes y una importante implantación sindical, además de decenas de miles de lectores de Esquerda online. En Perú, la siempre pequeña organización trotskista (que ahora está en la UIT) en las pasadas elecciones legislativas fue parte de un agrupamiento de organizaciones de izquierda que obtuvo el 10% de los votos. Su dirigente histórico, Enrique Fernández Chacón, fue electo diputado.

 

Conclusiones

En la mayoría de países de América del sur los congéneres de AMLO y de Morena vienen en retroceso, han perdido la hegemonía y control sobre el movimiento popular, pierden importantes votaciones y están en crisis. Organizaciones y dirigentes que han escapado al progresismo y nuevos liderazgos proletarios emergen con fuerza. Otra característica de estos nuevos procesos políticos es el crecimiento exorbitante del voto nulo. Algunas organizaciones trotskistas le están sacando provecho a la nueva situación.


Para entender cómo se refleja este fenómeno en México lee Retroceso de Morena.