Trotsky Vive: Nuestro homenaje

Este artículo fue publicado originalmente en la Revista CORREO Internacional en AGOSTO 1990 AÑO 7/N 49 se publicó en el 50 aniversario de asesinato, la publicación fue titulada como: A 50 años del asesinato TROTSKY VIVE

Hace cincuenta años, el 21 de agosto de 1940, León Trotsky el revolucionario ruso -cuyo nombre está asociado con el socialismo y la democracia obrera- fue asesinado en Coyoacán, México, donde residía exiliado.

La orden de cometer el crimen -hoy se sabe- fue firmada personalmente por Stalin, en 1931. Después de varios intentos, pudo ser con sumada por Ramón Mercader (alias Jacques Mornard), un agente de la GPU (policía secreta soviética).

Mercader hundió el cráneo de Trotsky con una piqueta. Tras pasar veinte años en la cárcel, el ejecutor se estableció en Moscú, donde fue condecorado. Finalmente, murió en La Habana, en 1978.

El hecho fue la culminación de una persecución implacable. En 1928 Trotsky fue expulsado de la URSS y privado de su ciudadanía. Varios de los más cercanos colaboradores y tres hijos de Trotsky fueron, también, asesinados. Una hija se suicidó.

La persecución alcanzó a todos los opositores y disidentes de la dictadura burocrática soviética. Los dirigentes que habían actuado junto con Lenin y Trotsky en 1917 fueron “purgados” y eliminados en los macabros juicios de Moscú. Con amenazas de muerte -generalmente consumadas- por supuestas razones de Estado o de partido, aceptaron entregarle al stalinismo falsas confesiones donde reconocían ser provocadores o agentes nazis e imperialistas, que luego eran utilizadas contra sus familiares y otros dirigentes.

El mayor ensañamiento se dirigió contra los trotskistas. Ellos, según relata Leopold Trepper, en su emocionante libro El gran juego- fueron fusilados por millares en los campos de concentración de Siberia. “Llevaban una T en sus espaldas, puesta por sus carceleros -dice Trepper- se negaban a toda confesión. Eran los únicos que enfrentaban hasta sus últimas consecuencias al stalinismo.”

Este ensañamiento contra Trotsky y sus seguidores, quienes habían formado la Oposición de Izquierda, primero nacional y luego internacional, y más tarde se agruparon en la Cuarta Internacional, fue el capítulo más sangriento escrito por el aparato stalinista que aplastó la democracia obrera en la URSS, los partidos comunistas y muchos sindicatos del mundo.

La burocracia quitó a Trotsky de los libros, las fotografías y las actas. El director de cine Eisenstein fue obligado a rehacer su célebre film Octubre porque en la primera versión Trotsky aparecía como compañero de Lenin, encabezando la revolución que cambió el curse de la humanidad.

La vieja mentira se desmorona

Durante décadas, la burocracia pareció conseguir su objetivo de sepultar la memoria de Trotsky. Pero hoy no sólo resurge sino que su programa y política se encarnan en sectores de masas que luchan y en partidos trotskistas que crecen.

Las propias publicaciones oficiales soviéticas ya no pueden ocultar los hechos y deben reconocer no sólo el crimen de Stalin sino el papel de Trotsky en la Revolución Rusa. Así, los trabajadores soviéticos y del mundo pueden recordar y enterarse de que el revolucionario asesinado en Coyoacán presidió la organización obrera y de masas del soviet de Petrogrado, cuna de la revolución; encabezó el Comité Militar Revolucionario que condujo el asalto al Palacio de Invierno, es decir, la toma del poder por los trabajadores; en el gobierno obrero encabezado por Lenin desempeñó las tareas más vitales; fue el Organizador del Ejército Rojo, ese ejército obrero y campesino que, entre 1918 y 1920, derrotó a catorce ejércitos armados por las potencias capitalistas para invadir, en otros tantos frentes de guerra, a la naciente república socialista soviética; fundó, junto a Lenin, la Tercera Internacional Comunista; y, tras la muerte de Lenin, continuó su lucha y denunció la degeneración burocrática del stalinismo, esa degeneración que años más tarde reconocieron hasta los propios burócratas.

El stalinismo agoniza y el trotskismo vive

¿Por qué caen las viejas mentiras? ¿Por qué resurge Trotsky? La historia ha querido que el quincuagésimo aniversario de su asesinato coincida con la revolución política antiburocrática que barre a los regímenes stalinistas de partido único en la URSS y el Este de Europa, y golpea a todas las burocracias obreras del mundo.

Esta revolución, combinándose con las luchas anticapitalistas del planeta, significa un giro histórico. Trotsky fue el precursor, el que señaló un programa y comenzó a construir una organización mundial para librar esta lucha. Por eso, mientras el stalinismo agoniza, él vive y su propuesta adquiere más vigencia que nunca.

Pero la verdad debe abrirse paso hasta el final y sin nuevos tapujos. Los restos agonizantes del stalinismo ya no pueden repetir las viejas mentiras. Sin embargo, unido al imperialismo, la socialdemocracia y otras direcciones traidoras, Gorbachov y los suyos pueden montar y montan nuevas mentiras.

Por ejemplo, sostener que Lenin y Trotsky, o por lo menos Trotsky, fueron lo mismo que Stalin. Que éste no hizo otra cosa que llevar adelante “con excesos” lo mismo que ellos, preconizaban. La nueva mentira consiste en decir que lo que en realidad estuvo mal fue hacer la revolución, establecer el dominio del proletariado sobre toda la sociedad y construir el Partido Bolchevique y la Internacional.

Los trabajadores, los protagonistas del giro histórico, los que en la URSS y el Este europeo barren al stalinismo, los que en todo el mundo luchan contra el imperialismo, el capitalismo y la burocracia, necesitan llegar al fondo de la verdad, a toda la verdad. Necesitan conocer realmente lo que hizo Trotsky y qué es el trotskismo, así como lo que fue la Revolución Rusa.

Solo con ese conocimiento y aplicándolo podrán triunfar en su grandiosa lucha.

 

Trotsky: ¿Cómo venció Stalin a la Oposición? - LIT-CI

Qué fue la Revolución de Octubre

Durante seis años, hasta 1923, la Revolución Rusa de Octubre de 1917 se convirtió en el ejemplo de que los trabajadores, con una dirección revolucionaria socialista, como la bolchevique de Lenin y Trotsky, pueden comenzar a resolver las lacras del capitalismo y cambiar el mundo. La revolución comenzó por instaurar el gobierno de los trabajadores, es decir, la dictadura del proletariado.

Trotsky explicó que “dictadura proletaria significa que a todos los explotadores se les quite el derecho de determinar los destinos del país y también los elementos que los apoyan. Sólo el proletariado revolucionario y las masas explotadas tienen el derecho a determinar los destinos del país.” (Trotsky, Declaraciones a la Comisión Dewey, 1938).

Esa dictadura proletaria fue un régimen de democracia obrera infinitamente superior a la hipócrita democracia parlamentaria de los explotadores.

Los trabajadores y las masas explotadas estaban organizados en los soviets. En ellos, todos los partidos políticos eran legales y actuaban libremente, aunque fueran opositores de los bolcheviques. Por ejemplo, en la primera reunión plenaria del soviet de Moscú, donde estuvieron 803 diputados (delegados) de 394 fábricas, se habilitaron carnéts para once partidos políticos y para una fracción de trabajadores independientes. Los diarios, revistas y libros circulaban libremente, con papel, imprenta y estampillas entregados por el Estado, a requerimiento de los soviets.

Todo se votaba, no cada varios años, sino cotidianamente. Los funcionaros, que ganaban el sueldo de un obrero calificado, eran revocables en cualquier momento.

Lenin escribió que este poder soviético “da a los trabajadores la posibilidad, en caso de estar descontentos con su partido, de elegir otros delegados, de traspasar el poder a manos de otro partido y de sustituir el gobierno en cualquier momento sin la más mínima revolución…” (Lenin, Obras Completas. tomo 25).

La clave de esta democracia obrera era el propio Partido Bolchevique. Era un partido obrero socialista, muy fuertemente centralizado. Las decisiones de la dirección eran casi siempre aplicadas por los militantes como si fueran un solo hombre. Esa unidad se basaba en una amplia democracia interna. Se discutía y se disentía hacía adentro, hasta votar y resolver. “Sólo así -dijo Trotsky, que ingresó al partido y a su dirección en 1917, poco antes de la revolución- rebeldes dispuestos a revolucionar la sociedad pueden depositar toda su confianza en la dirección.”

Debido a la guerra civil, el gobierno debió adoptar algunas prohibiciones a partidos y diarios que apoyaron a la contrarrevolución armada, así como limitar derechos democráticos. Pero lo hizo con el apoyo del movimiento obrero y sus medidas fueron tomadas a título provisorio, mientras durara la guerra.

Hacia el mosaico de nacionalidades que, antes de la revolución, formaba parte del imperio zarista, los revolucionarios mantuvieron la actitud más respetuosa. Llamaron a sus trabajadores y campesinos a sumarse a la revolución y unirse, en una unión de repúblicas socialistas, “no por la fuerza sino por acuerdo voluntario” (Lenin).

La Declaración de Derechos de Pueblo Trabajador y Explotado, de enero de 1918, dejaba “en manos de los obreros y campesinos de cada nacionalidad el derecho a tomar una decisión independiente”. En caso de aceptar su unión con Rusia, establecía “el derecho a decidir en qué términos quieren participar en el gobierno federal y en las instituciones soviéticas.”

A todas las nacionalidades se les garantizó el respeto a sus tradiciones A los trabajadores musulmanes, por ejemplo, la Declaración les dijo: “Desde ahora, vuestras creencias y costumbres, vuestras instituciones racionales y culturales son inviolables”.

Este régimen leninista de democracia obrera tomó las grandes decisiones de la revolución. En lo económico, después de quitarles las tierras y las fábricas a los terratenientes y grandes capitalistas, nacionalizar la banca y el comercio exterior y suspender el pago de la deuda externa, debió aplicar el comunismo de guerra. En medio de la lucha contra los ejércitos invasores se repartían raciones miserables, igualitarias para todos.

La guerra dejó al país devastado, con las fábricas destruidas y una producción muy inferior a la existente antes de la revolución. En esas condiciones, luego de la victoria armada, se aplicó el plan económico denominado NEP que implicó un retorno parcial a la vigencia del mercado en reemplazo del comunismo de guerra. Trotsky fue sostenedor de la NEP y defendió esa política, años más tarde, contra la burocracia.

En el terreno de la política exterior, los bolcheviques, en marzo de 1919, llamaron desde Moscú a una reunión de Partidos y corrientes obreras revolucionarias para constituir la Internacional Comunista, conocida como Tercera Internacional.

Su propósito era extender la revolución al mundo. El triunfo en un país atrasado como Rusia al que Lenin definió como “el eslabón más débil de la cadena imperialista” lo concibieron como una palanca para impulsar el socialismo mundial. Así lo proclamó Lenin en su primer discurso como jefe del nuevo gobierno al Congreso de Delegados Obreros, Campesinos y Soldados de toda Rusia: “Pisamos los umbrales de una revolución obrera internacional”.

Trotsky fue el compañero de Lenin en la fundación de la Internacional y autor de muchos de los documentos de los primeros cuatro congresos realizados por la organización.

Por estos inmensos logros, la Revolución de Octubre pudo no sólo galvanizar a las masas soviéticas para realizar sus históricas hazañas, sino que impactó a los trabajadores, los sectores populares, así como a artistas e intelectuales y lo más progresivo de la sociedad en el mundo entero.

La traición de Stalin

Desde el primer momento, Lenin definió que el Estado obrero tenía “deformaciones burocráticas” y luchó contra ellas. No podía ser de otro modo: el atraso, las desigualdades y la guerra provocaban esas deformaciones. En 1922, se aprestó a dar batalla contra ellas, reforzando las medidas políticas para controlarlas, pero sufrió su primera grave enfermedad. En 1924, hizo un bloque con Trotsky para denunciar la burocracia y, en particular, a Stalin. Su indignación fue provocada por la activad soberbia y antidemocrática de Stalin en Georgia, es decir, por la cuestión de las nacionalidades.

Lenin murió y Trotsky continuó la batalla.

Pronto vio que la burocracia era un proceso económico social imparable. Debido a las derrotas sufridas por la revolución en Europa y el mundo, la URSS había quedado aislada, como un país todavía muy atrasado y plagado de desigualdades sociales y culturales.

La burocracia estaba formada por sectores acomodados, pequeñoburgueses, profesionales, técnicos y funcionarios a los que se sumaban los policías y el aparato estatal. La burocracia surgía y se alimentaba de la realidad del atraso y las desigualdades, como el gendarme corrupto que ponía un orden en la sociedad y acentuaba esas mismas desigualdades, utilizando su gestión para llenar se los bolsillos.

Pronto la burocracia se adueñó de la administración del inmenso Estado y del propio Partido Bolchevique, poniendo como jefe absoluto a Stalin. Los efectos se vieron en todos los terrenos: desapareció la democracia dentro del partido y luego fue aplasta da en los soviets, los sindicatos y en toda la sociedad, dando lugar a una dictadura totalitaria, basada en el Partido único burocrático.

La conducción económica se hizo zigzagueante y brutal. El necesario impulso a la industrialización y a la colectivización agraria fueron hechos por el stalinismo a punta de fusil cometiendo asesinatos en masa. Los derechos y reclamos de las nacionalidades fueron pisoteados. La libertad de creación artística fue reemplazada por funcionarios que ordenaban qué pintar, escribir o filmar. La política exterior revolucionaria fue cambiada por la nueva ideología burocrática de construir el “socialismo en un solo país”.

La Internacional fue, en consecuencia, burocratizada más tarde y disuelta, los Partidos comunistas sujetados a las órdenes de Moscú, para dar lugar a la política de pactar con el imperialismo y las burguesías nacionales traicionando la lucha socialista mundial.

Stalin proclamó que el socialismo ya se había alcanzado. En cambio, Trotsky definió, a la URSS como un Estado obrero burocrático. Y agregó que el círculo vicioso de dictadura totalitaria burocrática, rapiña y corrupción de la casta de parásitos y aislamiento internacional llevaban indefectiblemente a la crisis.

Su denuncia y lucha contra la burocracia no tuvieron respiro. Perdió, porque en esos años la clase obrera se batía en retirada, en la URSS, Europa y el mundo. En la URSS, lo mejor de la clase había dado su vida en las guerras interimperialista y civil y las masas estaban agotadas, por los años de lucha y privaciones.

Varios investigadores señalaban que en 1924 y aun en años posteriores Trotsky pudo intentar, con su prestigio de organizador y jefe del Ejército Rojo, un golpe militar para tomar el poder. En ese caso, Trotsky hubiera sido igual que Stalin. Aun exitoso, el resultado de ese golpe no hubiera sido el retorno de la democracia obrera sino la implantación de una dictadura militar burocrática, otra variante similar de lo que fue el stalinismo. Precisamente porque Trotsky era lo opuesto de la burocracia y sólo confiaba en los trabajadores, se replegó junto con su clase. Durante varios años luchó para recuperar el partido y la Internacional desde adentro. En 1933, cuando la traición stalinista y de la socialdemocracia llevaron al triunfo de Hitler y el nazismo en Alemania, Trotsky afirmó: “No podemos más cargar con esos crímenes”. Desde entonces, comenzó su lucha por construir la Cuarta Internacional.

En el libro “La revolución traicionada”, aparecido en 1936, Trotsky formuló su célebre pronóstico y llamado a hacer en la URSS la revolución política antiburocrática: “Todos los indicios -escribió- nos hacen creer que los acontecimientos provocarán infaliblemente un conflicto entre las fuerzas populares y la oligarquía burocrática. Esta crisis no acepta solución pacífica. Nunca se ha visto que el diablo se corte sus propias garras de buen grado. La burocracia no abandonará sus posiciones sin combate. El país se encamina, evidentemente, a la revolución”.

Qué es el trotskismo

¿Cuál es, entonces, la verdad sin tapujos, la esencia del trotskismo?

Nahuel Moreno, uno de los principales discípulos y continuadores de Trotsky, acostumbraba a trazar en sus cursos de formación de cuadros la siguiente síntesis de la razón de ser del trotskismo: “Es sostener tres análisis y posiciones programáticas muy claras. La primera, defender la tradición del viejo marxismo, el viejo socialismo, en el sentido de que mientras exista el capitalismo en el país o en el mundo, no habrá solución a ningún problema de fondo, desde el hambre y la miseria crecientes hasta la educación y el arte.

La segunda razón -continuaba Moreno- es que, en aquellos lugares donde se ha expropiado a la burguesía, no hay salida si no se empuja por un lado a la revolución mundial e, internamente, no se implanta un régimen de democracia obrera.”

Enfatizando este último aspecto, Moreno decía que “el gran mal, la sífilis del movimiento obrero mundial, es la burocracia, tanto en los Estados obreros como en los sindicatos y partidos obreros de todo el mundo”. Y agregaba: “Mientras no haya la más amplia democracia obrera, no se avanza realmente en el socialismo, porque éste no es sólo una construcción económica.”

La tercera razón, la más importan te a juicio de Moreno, es la siguiente “Lo decisivo es que el trotskismo es el único consecuente con la realidad económico social del mundo actual. Este se caracteriza por un grupo de grandes trasnacionales monopólicas que dominan la economía internacional. Los trotskistas somos los únicos que retomamos la tradición marxista de formar una Internacional Socialista que encare la estrategia y la táctica para derrotar esas trasnacionales capitalistas y luchar por el socialismo, que será mundial o no será nada.”

De estos tres análisis y posiciones programáticos, Moreno desprendía que los trotskistas tratamos de construir nuestro partido en la clase obrera. Ella es nuestra clase porque es la única que puede aspirar al socialismo mundial, a la democracia obrera y al internacionalismo revolucionario.

IV Internacional – Rebelion

Medio siglo de lucha

La Cuarta Internacional fue funda da en 1938, cuando corrían los veinte años de más negras derrotas para el movimiento obrero mundial. Las luchas eran una y otra vez traicionadas por la socialdemocracia, el stalinismo y las burocracias, y derrotadas por las burguesías y el imperialismo. Eran los años de Hitler, Franco, Mussolini y en la URSS, Stalin.

La Cuarta Internacional se trazó el propósito de defender la tradición marxista y Ieninista, así como defender la URSS -la gran conquista de la etapa revolucionaria anterior- de todo ataque imperialista. Pero, al mismo tiempo, se fijó propósitos ofensivos, en la certeza de que muy pronto cambiarían las cosas. Es así como el Programa de Transición de la Cuarta Internacional afirmó que el sistema capitalista estaba agotado y traería cada vez más guerras, bancarrotas y crisis, con penurias, hambre y una miseria creciente.

La guerra y las crisis traerían revoluciones obreras. Y la Cuarta Internacional se haría en pocos años de millones. Entrarían a formarla -decía Trotsky- grandes corrientes obreras, entre las cuales “los trotskistas seremos minoría”. La Cuarta Internacional, transformada en “la fuerza revolucionaria decisiva del planeta”, solucionaría la crisis de dirección proletaria, en la que se resume la crisis de la humanidad.

¿Qué balance podemos hacer después de medio siglo?

Se confirmó plenamente el agota miento del sistema capitalista, que plantea -como señaló el trotskismo- la alternativa del socialismo o la barbarie. Y efectivamente, en el fragor de la guerra y la crisis se produjo, desde 1943 hasta hoy, el ascenso revolucionario mayor de la historia.

Fruto de las revoluciones, en el curso mismo de la Segunda Guerra Mundial, se obtuvo el histórico triunfo democrático de derrotar al fascismo. Luego se liberaron las colonias. En lo que es la mayor de las victorias, muchos nuevos países –China, el Este de Europa, Vietnam, Cuba- se convirtieron en estados obreros, con la expropiación de sus capitalistas. Y con el actual giro histórico está agonizando el stalinismo y las burocracias ven agravada su crisis, a la vez que se extiende, combina y profundiza la situación revolucionaria mundial.

La crisis de dirección

Sin embargo, contradictoriamente, la Cuarta Internacional no se hizo de millones Por un cúmulo de circunstancias, las masas obtuvieron sus victorias revolucionarias manteniendo las viejas direcciones burocráticas o con nuevas direcciones traidoras. Ellas encabezaron las luchas, yendo más allá de sus intenciones, para después mejor traicionar la revolución.

Es así como los nuevos Estados obreros conquistados en la posguerra nacieron deformados por burocracias stalinistas, que los gobernaron prácticamente desde el comienzo. Incluso hoy cuando el stalinismo cae, la revolución que lo destruye es conducida por direcciones pro-capitalistas, si bien: mucho más débiles.

Por esta causa, el imperialismo y el sistema capitalista mundial no fueron todavía derrotados, a pesar de sus crisis, y pueden aplicar su contrarrevolución económica, que produce cada vez más miseria, así como sus políticas de reacción democrática, para contener y desviar la lucha revolucionaria

La crisis de la humanidad, resumida por la falta de una dirección revolucionaria, se ha hecho cada vez más acuciante en estos cincuenta años. Moreno lo platicó así: “En relación con las grandes épocas históricas y el desarrollo normal de las sociedades, el marxismo ha sostenido que el hilo rojo que explica todos los fenómenos son los procesos económicos. Pero en una época revolucionaria y de crisis, esta ley general tiene una refracción particular, que invierte las relaciones causales, transformando el más subjetivo de los factores la dirección revolucionaria en la causa fundamental de todos los otros fenómenos, incluso los económicos (…) Mientras el proletariado no supere su crisis de dirección revolucionaria no podrá derrotar al imperialismo. Y todas sus luchas, como consecuencia de ello estarán [ilegible] de triunfos, que inevitablemente nos llevarán a derrotas catastróficas” (Nahuel Moreno, Actualización del Programa de Transición, 1980).

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La hora del trotskismo

¿Podrá el proletariado avanzar en la solución de dirección? ¿Podrá hacerse cierto, aun con un retraso de décadas, el pronóstico de que ‘la Cuarta Internacional se convertirá en la principal fuerza revolucionaria del planeta”? ¿Volverán, así, a triunfar otros Octubres?

En el último tiempo y, sobre todo, en el último año, hay hechos indicadores de un cambio profundo, confirmatorios de que ello es posible.

En el curso mismo de la Segunda Guerra Mundial estalló un gran ascenso revolucionario del movimiento obrero. El fascismo fue liquidado. Sin embargo, el stalinismo prestigiado por haber encabezado la lucha contra Hitler- así como las demás burocracias traicionaron ese ascenso y lo condujeron a la derrota, pactando con el imperialismo.

Gracias a esa traición, el imperialismo pudo recomponer la economía y el dominio capitalistas en la mitad principal de Europa, y mantener el brutal nivel de explotación de tiempos de la guerra. La orden dada por los stalinistas a los trabajadores franceses fue: “primero producir”, es decir, no luchar. Y lo mismo en Italia -donde el PC firmó el “compromiso histórico” con la Democracia Cristiana y Alemania Occidental.

A cambio de ese servicio, el imperialismo pactó y aceptó que Europa Oriental quedara en manos del stalinismo como gendarme de las masas. Allí nacieron los Estados obreros del Este, con dictaduras burocráticas desde su inicio, y bajo la bota del Pacto de Varsovia.

La traición y la represión del stalinismo a las masas, mantenidas durante años, contra las luchas que se dieron en el Este y en Oeste de Europa, permitieron que el imperialismo pasara de la recomposición económica a un enriquecimiento inmenso, que llevó a una década de boom o bonanza económica de la gran burguesía.

Esta situación provocó el desvío de la revolución, cuya vanguardia se desplazó a los países periféricos, semi-coloniales y coloniales. Durante las tres primeras décadas de la posguerra, hasta fines de los años 60, si bien el proletariado de los países industrializados luchó, no estuvo a la vanguardia del proceso, que se corrió a otros países y a sectores sociales populares no proletarios.

Sin embargo, en medio de las luchas y procesos, aunque con limitaciones, el trotskismo pudo haber crecido en Europa. No lo hizo, finalmente, porque por su crisis de dirección y el carácter propagandístico e intelectual de la corriente denominada pablismo, que dirigió la Cuarta Internacional le capituló al stalinismo y a otras corrientes burocráticas.

LA REVOLUCIÓN RUSA DE 1917 - HISTORIA CONTEMPORÁNEA

Desde hace veinte años la situación objetiva comenzó a cambiar favorablemente para las posibilidades del trotskismo, porque la crisis económica comenzó a golpear y se hizo crónica en los países industrializados, y porque el proletariado se colocó con sus luchas, en el centro de la escena mundial. Los aparatos burocráticos comenzaron a resquebrajarse. Y esa situación pegó un salto con el giro histórico de estos meses, que esté destruyendo al stalinismo.

Hace diez años, con clarividencia. Moreno señaló: “Si estas tendencias se confirman, fundamentalmente la crisis de los Estados obreros burocratizados y del stalinismo, junto con la intensificación del ascenso revolucionario, se habría abierto la época del trotskismo, de la superación de la crisis de dirección del proletariado por nuestra transformación en partidos con influencia de masas.

Creemos, efectivamente, que ahora sí hemos entrado en la hora del trotskismo, en la hora que pueden surgir -como ya está ocurriendo partidos trotskistas con influencia de masas, que marchen a superar la crisis de dirección proletaria y lleven al triunfo de nuevos Octubres Lo podremos lograr si somos fieles a las enseñanzas de Trotsky, nos insertamos en la clase obrera y luchamos por construir la Internacional.

Construyamos la Cuarta Internacional

El asesinato de Trotsky no fue una venganza personal de Stalin. El temía al dirigente de Octubre, que estaba formando el núcleo embrionario de la nueva dirección proletaria. Con su asesinato apuntó a descabezar la Cuarta Internacional. El golpe fue certero. Sin su experimentado conductor, la Internacional, se dividió.

La tendencia que encabezó la Cuarta Internacional, conducida por dos dirigentes principales, Michel Pablo y Ernest Mandel, inició su larga historia de capitulaciones afirmando que el stalinismo no tenía más remedio que enfrentar al imperialismo e iríamos posiblemente “a siglos de Estados obreros degenerados”.

Esa tendencia mandelista se adaptó a todas las direcciones de masas (castrismo, sandinismo, etc.) y alentó esperanzas e ilusiones en que con la perestroika el stalinismo se auto reformaría.

Así revisó dos posiciones centrales del trotskismo: la necesidad de una dirección marxista revolucionaria independiente y la caracterización del stalinismo como contrarrevolucionario.

REVOLUCIÓN RUSA DE 1917. El regreso de Trotsky a Rusia

Hoy, el Mandelismo muestra un caso extremo de alejamiento de los principios. El checoslovaco Peter Uhl es la figura trotskista mandelista de mayor prestigio en todo el Este europeo. En vez de construir el Partido trotskista para la revolución política ingresó como funcionario del gobierno restauracionista pro-capitalista de Havel.

Otra desviación en la Cuarta Internacional ha sido el nacional-trotskismo, es decir, las corrientes que abandonaron la lucha por construir el partido mundial. El caso extremo lo constituye el SWP de los Estados Unidos, partido que fue pilar, en 1938, de la fundación de la Internacional. Trotsky acompañó los primeros pasos exitosos del SWP. Pero, faltando Trotsky y, más, fallecida la vieja guardia dirigente de Cannon, Dobbs y Hansen, el partido degeneró totalmente: abandonó el trotskismo y acaba de abandonar formalmente su pertenencia al Secretariado Unificado de Mandel.

Frente a estas corrientes surgió otra, ortodoxa, que demostró que se puede seguir la senda abierta por Trotsky. Es la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional, que impulsó Nahuel Moreno.

Como dijo Moreno, nuestra tendencia que arrancó en 1945 “practicó un trotskismo bárbaro”. Nuestra historia es la historia de nuestros errores. Pero hemos tratado de aprender.

En varios países, principalmente de Latinoamérica, pudimos insertarnos y hacernos parte, carne y sangre del movimiento obrero, aun en condiciones muy adversas, cuando los trabajadores estaban dominados por los peores aparatos contrarrevolucionarios. Ello demostró que es posible construir el partido trotskista y la Internacional.

Tratamos de intervenir en los procesos y las revoluciones sin sectarismo, llamando a la unidad para luchar, pero sin capitular a las direcciones. Frente a ellas y contra ellas siempre tratamos de hacer el partido trotskista.

Con esta orientación pudimos alcanzar influencia de masas en países como la Argentina. Ello es otra prueba de que esta es la hora del trotskismo.

81 ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE LEÓN TROTSKY Y SU LEGADO MÁS VIGENTE QUE  NUNCA - Súmate

Tenemos en consecuencia derecho a rendir nuestro homenaje al viejo Trotsky. Lo asesinaron porque fundó la Cuarta Internacional y buscaba, con ella construir la nueva dirección para los Octubres. Nuestro homenaje es ser fieles a su lucha.

Seguir construyendo el Partido para conducir la toma del poder por los trabajadores, allí donde alcancemos influencia de masas y nos convirtamos en una alternativa revolucionaria. Y seguir llamando, como hizo Trotsky, a las corrientes revolucionarias que surjan en la lucha a unirnos bajo la bandera sin manchas de la Cuarta Internacional, por el socialismo mundial y la democracia obrera.