AMLO, entre Salinas de Gortari y un tibio nacionalismo

AMLO, entre Salinas de Gortari y un tibio nacionalismo

Quizá Usted no sepa con detalle qué fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –TLCAN-  firmado en 1993 por el presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, Estados Unidos y Canadá. Pero sí sabe que la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas ha sido el mayor acto de recuperación de soberanía del país.

 

Pues bien, la firma del TLCAN constituyó también un acto de trascendencia histórica pero inversamente proporcional, de signo contrario al de 1938: este Tratado fue un pacto colonial en el que México aceptaba subordinarse al imperio norteño, para desgracia de su estructura productiva y de la mayoría de sus habitantes (ver págs. 4-6). El acuerdo fue la manifestación del triunfo del capitalismo neoliberal y estadounidense en México.

 

25 años después, en 2018, el presidente de los EU, Donald Trump, necesitado de votos en la elección de noviembre de ese año, demandó grosera y estruendosamente apretar más los grilletes de su siervo sureño y exigió que México firmara un pacto más lesivo que el TLCAN. Y los dos mandatarios que había en esos meses en nuestro país, Peña Nieto, y el presidente electo, López Obrador, lo atendieron solícitos. El resultado fue peor para México, como fue reconocido en su momento por todo el espectro político. Así nació el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), que sustituyó al TLCAN.

 

El T- MEC recoge la claudicación ante los intereses imperiales contenida en la ley de 2013 de Peña Nieto, una contrarreforma que legaliza la privatización de grandes segmentos de la industria energética. Amparado en este cambio legal, Peña otorgó numerosos contratos a empresas nacionales y extranjeras para que se beneficiaran del petróleo y la electricidad. AMLO en 2018 prometió que respetaría estas concesiones. Además, su hombre de confianza en las “negociaciones” con EU, Jesús Seade, en rueda de prensa el 27 de agosto de 2018 en Washington, declaró que López Obrador “ha sido muy claro en su campaña y desde que ganó las elecciones ha enfatizado que no va echar para atrás la reforma energética [de 2013], él no piensa cambiar la Constitución.” (Proceso, 24/07/2022).

 

Es evidente que el presidente AMLO refrendó con su apoyo al T – MEC en 2018y 2019 la derrota de México ante los intereses extranjeros.

 

Tres años después, en 2021, AMLO hizo aprobar una ley de un nacionalismo desteñido, mediante la cual garantiza a los capitalistas privados una jugosa rebanada del 46% del pastel eléctrico. A pesar de los tímidos alcances de esta ley, no cabe en los rígidos y estrechos marcos del T-MEC, que otorgan todavía más ventajas a las empresas extranjeras. Washington y Canadá denuncian que el T-MEC está siendo violado por el gobierno mexicano.

 

Como es de suponerse, el nuevo Tratado se hizo para que México pierda cuando sea acusado de transgredirlo. Las alternativas para el gobierno son: a) una nueva claudicación, que obligaría a AMLO a la derogación de su ley; b) pagar al menos 23 mil millones de dólares por “daños” a las empresas que se dicen afectadas.

 

Existe otra alternativa: que México rompa con las cadenas coloniales, es decir, se salga del T-MEC. Que siga comerciando con EU (aunque sin otorgar “libre” paso a las mercaderías y capitales del vecino), y sobre todo saque provecho de la guerra comercial de Washington con China y en menor medida con Europa. Al tiempo que mire hacia el sur, a Centroamérica y Sudamérica, con quienes debemos hermanarnos económicamente.

 

Sobre este tema nos extenderemos en el siguiente número de El Socialista.

 

Editorial dentro de El Socialista 409, agosto 2022

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