A 82 años de su muerte: recordar a León Trotsky (una vez más)

El 20 de agosto de 1940 en una casa de la calle Viena en Coyoacán, Ramón Mercader, un ex combatiente en la guerra civil española afiliado al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) y agente de la policía política de Stalin, la GPU, le clavaba un piolet en la cabeza al viejo revolucionario ruso Lev Davidovich Bronstein, mejor conocido como León Trotsky. Este, tras haberle sido enterrados 7 centímetros de metal en el cráneo, fallecería 24 horas después en el hospital.

El recordar otro de su aniversario luctuoso no lo convierte en una efeméride más, un curioso vestigio del pasado, ni mucho menos en una de esas curiosidades históricas inofensivas y ya anticuadas, pertenecientes a otra época, como si de piezas arqueológicas exhibidas en un museo se tratara. Y aquí está el punto central del porqué se vuelve más que necesario recordarlo nuevamente, pero esta vez sin despojarlo de su contenido político, de su figura enérgicamente revolucionaria; por el contrario, remarcar sus grandes hazañas, sus dotes de estadista, su gran inteligencia, su afilada pluma. Pero no para ponernos de pie ante su retrato y embelesarnos ante su figura. No. Ante todo, recordarlo significa aprender, construir, llevar a la práctica sus enseñanzas, continuar sus tareas ahí donde él las dejó, no solo las que interrumpió su asesino, sino aquellas que no pudo concluir en otros momentos de su vida.


Su legado, nuestras victorias

Su biógrafo más importante, Isaac Deutscher, dijo que con uno solo de los aspectos de su vida bastaría para que su nombre quedara inscrito en la historia. León Trotsky, a la par que fue un apasionado por lo que hacía, fue un hombre comprometido con la causa a la que servía, y disciplinado en la forma en que la llevaba a cabo. Metódico en su análisis, meticuloso en su ejecución, cumplía sus tareas políticas con responsabilidad. Su figura polifacética y su inteligencia le ayudaban a ampliar sus perspectivas de la vida. Atraído por las matemáticas y por la oratoria desde temprana edad, en su juventud atraído por el psicoanálisis. Se convirtió al marxismo antes de cumplir los 20 años. Su perspectiva cosmopolita, aumentó entre sus múltiples destierros y la persecución zarista, esta última le llevó a vivir en la inmigración, donde conoció a todo el Estado Mayor de la escuela marxista austriaca, a Lenin y a otros prominentes revolucionarios rusos y europeos.

Cuando la revolución de 1905 estalló en Rusia, se convirtió en el presidente del soviet de Petrogrado, tenía 25 años al asumir la presidencia. Tras la derrota de esta revolución, en la que fue uno de sus protagonistas, teorizó sobre ella, sus dos obras más importantes al respecto fueron Balances y perspectivas y la formulación por vez primera de su teoría acerca de la Revolución permanente, sobre esta última se asoma la influencia del siempre polémico Alexander Parvus. Si bien, con tal o cual error de cálculo o de análisis en este periodo, su amigo y camarada Adolf Ioffe, antes de suicidarse en protesta por la expulsión de Trotsky del partido en 1927, le confesaría en su carta de despedida: “Usted ha tenido siempre razón políticamente, desde el año 1905, y repetidas veces le dije a usted que le había oído a Lenin, con mis propios oídos, reconocer que en el año 1905, no era él, sino usted, quien tenía razón.” (Deutscher, 1968 pág. 351)
Periodista en los primeros días de la Gran Guerra. Paralelo a su trabajo como periodista, se opuso a la matanza entre hermanos de clase de distintas nacionalidades, matanza azuzada por las distintas potencias imperialistas en pugna. Su oposición no eran meras palabras lanzadas al viento. Organizó y participó en conferencias internacionales, como la de Kienthal y Zimerwwald, que plantaban cara a la guerra y llamaban a los trabajadores de los países beligerantes a rebelarse contra sus gobernantes y voltear sus bayonetas contra sus propias clases dominantes.


1917

Con la primera guerra mundial estrangulando cada vez más a las masas trabajadoras, el odio de la población rusa se miraba en sus rostros ante la miseria y la desolación que la matanza interimperialista dejaba a su paso. El rancio zarismo se había desacreditado por completo ante sus súbditos. El insoportable absolutismo de los zares, ya tan anacrónico a inicios del siglo XX, se tambaleaba
ante la ira popular, contenida por mucho tiempo y reprimida violentamente cuando estallaba. El hartazgo social fue aprovechado por los partidos socialistas y revolucionarios, que llamaron a los trabajadores a salir a las calles para derribar al tirano. Los soldados del ejército, exhaustos por 3 años de guerra en las más espantosas condiciones y sabedores de la posibilidad de una derrota, organizados en sus soviets, amenazan con no continuar la guerra. Convencido de la irremediabilidad de la situación, el zar renuncia y se forma el Gobierno Provisional. Todo esto en el mes de febrero.
Júbilo y esperanza al principio. La posibilidad de convertirse en una _República y salir de la guerra es acariciada por muchos, inclusive por aquellos partidos que se hacían llamar socialistas y revolucionarios –como es el caso de los mencheviques y los socialistas revolucionarios. Embriagados por la victoria ante el zar, se unen al Gobierno Provisional, obteniendo puestos importantes en el gabinete y en los distintos ministerios. No pasaría mucho tiempo para que las masas cayeran en cuenta, desilusionadas, de que su salvación no estaba tampoco en el Gobierno Provisional. Este no se ayudó mucho a salvarse (y tampoco podía hacerlo dadas las circunstancias y las presiones exteriores), por el contrario, exacerbó el ánimo de las masas trabajadoras cuando decidió continuar con la guerra que nadie quería. Un tímido y timorato intento de reforma agraria, le condenó ante los ojos de 90 millones de campesinos hambrientos de tierra.
Los mencheviques y los socialistas revolucionarios, al ser parte del Gobierno Provisional también cayeron en el descrédito. Serán los bolcheviques los que exploten esta situación. Realizando agitación entre los obreros, propaganda de su programa político, lanzamiento de consignas que eran bien recibidas por el pueblo, lucharon por tener influencia en los soviets de obreros, campesinos y soldados, se enfocaron principalmente en el centro de la tormenta política del momento: Petrogrado. Acciones todas que propiciaron el ascenso político bolchevique. Incluso adversarios políticos como los anarquistas, reconocieron sinceramente en los bolcheviques el auténtico programa revolucionario. Escuchemos la confirmación del anarquista italiano Luigi Fabbri:
“Y cuando los bolcheviques de marzo a noviembre aparecieron como los más enérgicos enemigos de los viejos opresores, de la política de guerra, de toda transacción con la burguesía; y combatían el radicalismo democrático arraigado al capitalismo y con este a los socialpatriotas, los reformistas, los socialistas revolucionarios de derecha, los mencheviques; y cooperaban después de un poco de duda en tirar al aire el equívoco de la Constituyente, los anarquistas, sin estúpidas ni envidiosas rivalidades, estaban a su lado.” (Fabbri, Sin año págs. 45-46)
Si bien en un primer momento la mayoría de su Comité Central (Zinóviev, Kámenev, y en menor medida Stalin, entre los más importantes) vaciló, pues solo se veían así mismos como una oposición socialdemócrata al régimen, en ser la oposición parlamentaria al Gobierno Provisional. Lenin, desde el exilio, los impulsaría para que el partido bolchevique desechará esa idea, y a partir de entonces los encaminaría hacía la toma del poder1. No solo eso, Lenin sostenía, durante la famosa conferencia de abril, que era necesario que la revolución se transformara de una democrática-burguesa en una de carácter socialista, debido a la incapacidad que la burguesía había demostrado para concretar sus tareas2. Respecto a esto nadie, o casi nadie podía estar de acuerdo. Era una tesis aceptada dentro del marxismo que el socialismo era el siguiente estadio de desarrollo en la humanidad, tan solo cuando el capitalismo hubiera desarrollado de forma superior las fuerzas productivas de la sociedad, cosa evidentemente inexistente en Rusia. Desde los mencheviques y los socialistas revolucionarios, hasta los socialdemócratas en Alemania manifestaron su desacuerdo con él. Solo Trotsky, que desde 1905 venía sosteniendo dicha teoría con su Revolución Permanente, en la cual, si bien no la caracterizaba como una socialista, sí veía las bases para que esta fuera posible en un futuro. (Trotsky, 2000-2002). Pues bien, el futuro por fin había llegado. Lenin y Trotsky coincidían de hecho en pasar a la etapa socialista de la revolución. Tras 10 años de mantener una amarga disputa y
1 Para conocer más sobre la actitud del partido en este periodo crucial, recomendamos la lectura “Lecciones de Octubre” (Trotsky, 2017).
2 El viraje de Lenin de caracterizar a la revolución rusa de una democrática burguesa a una socialista, está contenido en sus célebres “Tesis de abril” (Lenin, 2017).
dándose cuenta ambos que sus posiciones convergían paulatinamente, llegan a un consenso en el mes de julio. Lenin lo invita a unirse al partido bolchevique, junto con su Grupo Interdistrital (el grupo en el que militaba Trotsky en aquellos momentos) y le promete puestos tanto en la dirección del partido como en su prensa a él y a los suyos.


Octubre

Trotsky en el Partido Bolchevique y como miembro de su Comité Central, se convierte en uno de los más resueltos partidarios en tomar el poder durante la Revolución de Octubre. Su única divergencia con Lenin es que Trotsky quería tomar el poder a nombre del soviet de Petrogrado mientras que Lenin por los bolcheviques; el primero durante el congreso de los soviets de toda Rusia y el segundo propone tomarlo desde antes. En fin, la toma del poder se efectúa el 7 de noviembre según nuestro calendario. Trotsky, en calidad de presidente del Comité Militar Revolucionario (el brazo armado del soviet de Petrogrado) coordina a las tropas de los guardias rojos en la toma de los puntos estratégicos de la ciudad. La conquista del poder se efectúa el día de la inauguración del congreso de los soviets de toda Rusia y en su sesión inaugural se le entrega el poder. El estado de nuevo cuño que Lenin había pronosticado en su “El Estado y la revolución” que había de sustituir al burgués, era la dictadura del proletariado, la cual acababa de comenzar. En el plano internacional, Rusia se convertía en la cuna de la Revolución mundial.
De esta manera Trotsky se convierte en el hombre del estado soviético tan solo por detrás de Lenin. Inicia su tarea de fundar las nuevas instituciones del régimen soviético y dirigirlas. La primera de ellas y si acaso la más importante, la de defender la existencia, armas en mano, del nuevo estado proletario.


La guerra civil

Como Lenin lo explicaría en su “Imperialismo: fase superior del capitalismo” la economía se había internacionalizado (globalizado diríamos hoy y como su siguiente estadio), con unos cuantos trust dominando la economía mundial. La reacción de la burguesía de todos los países al ver romperse la cadena imperialista por su eslabón más débil fue violenta. Jamás iban a permitir que los incultos y analfabetos proletarios rusos fundaran y dirigieran su propio estado; menos si esa idea peligrosa le era transmitida como un virus contagioso a sus propias clases trabajadoras. Había que aplastar al naciente estado soviético, no había más. Con esta misión 14 ejércitos extranjeros invadieron Rusia; internamente, la contrarrevolución también combatió a los soviets, desde los generales blancos Denikin, Yudenich y Kolchak, hasta el mariscal polaco Wrangel. Todos con un solo propósito: tumbar a los bolcheviques y restaurar el viejo régimen. La respuesta a la contrarrevolución de los ejércitos blancos y de los invasores fue la creación y organización del Ejército Rojo de obreros y campesinos, del cual Trotsky fue declarado jefe, pues el 14 de marzo de 1918 recibía el nombramiento de Comisario de guerra y presidente del Consejo Supremo de Guerra.
Tras 4 años de intenso combate entre las naciones invasoras apoyando a los blancos contra los bolcheviques, el resultado se decantó a favor de la república soviética. No obstante, la guerra había dejado exangüe al país, con sus recursos agotados, las fuerzas productivas destruidas y su economía cerca de colapsar. Los campos estaban arrasados y el hambre amenazaba a las ciudades. Esta era la Rusia que los bolcheviques tenían que gobernar programa socialista en la mano; que muy lejos estaba de ser una sociedad capitalista altamente desarrollada, idónea para ser llevada a la fase socialista.
Trotsky, aun con la gabardina de jefe del ejército rojo, se convertirá en Comisario del pueblo de los transportes el 23 de marzo de 1920; medida tomada para dejarle mano libre del transporte de hombres y suministros bélicos durante la guerra, pero también encaminada a la reconstrucción económica del país.


La lucha contra la burocracia

La esencia del trotskismo se encuentra en aquella faceta de Trotsky en que le declara la guerra (junto con Lenin) al burocratismo que comenzó infectando al partido bolchevique y que posteriormente se expandió a todo el estado soviético y sus instituciones. Al principio esta lucha se da por intentar una vuelta a la democracia proletaria que había tenido que ser suprimida durante la guerra civil. De igual manera, y aun en vida de Lenin, el poder de los trabajadores detentado en sus soviets fue siendo cada vez más absorbido por la burocracia partidaria, que poco o nada tenía de proletaria, pero decía hablar en su nombre e incluso ser parte de ella. La primera alarma ante tal situación se dio entre los sectores más conscientes del partido y de aquellos que tenían un origen obrero. Así, aparece en el otoño de 1920 la Oposición Obrera, primera oposición reconocida como fracción al interior del partido, caracterizada también por ser aquella que más defendía a los trabajadores, y por tratar de implantar una política obrerista. No llegaría muy lejos, sería censurada durante el X Congreso por Lenin y anatemizada de anarquista, obligada a alinearse so pena de expulsión. Será durante este mismo congreso que se prohibirían las facciones al interior del partido.
En 1923 se constituye la Oposición de Izquierda, coincidencia o no, en este año se pone en práctica el nombramiento desde arriba para los delegados y los secretarios de los comités regionales que habrían de asistir al XII Congreso del partido (recordar que estos congresos eran la máxima instancia de autoridad del partido) impuestos por la secretaría general, la secretaría de Stalin. La antigua democracia proletaria era socavada y reemplazada por la burocracia administrativa.
Si bien la Oposición de izquierda contaba con elementos importantes del partido y del estado, viejos revolucionarios y bolcheviques de primera hora, con un largo historial de su participación en la lucha de clases, es vencida por la dirección oficial del partido, representada por la troika Zinóviev, Stalin y Kámenev. Al principio las batallas parecen reflejar el enfrentamiento entre dos proyectos distintos que quieren imponerse y para eso es necesario ser los continuadores de Lenin, una vez que este haya desaparecido. La Oposición de Izquierda, encabezada por Trotsky, considera que el régimen ha empezado a degenerar; que
la burocracia, y no la clase obrera, se han convertido en el sector social dominante en la URSS; que se ha abandonado el internacionalismo proletario; y que se ha errado en política económica. Mientras que la dirección oficial cree que todo marcha bien, que no ha existido ningún proceso de degeneración y minimiza el papel de la burocracia.
En el sector económico la Oposición propugna por la industrialización acelerada, la colectivización del campo y la liquidación del kulak (el burgués rural). Una por una serían desechadas, para años más tarde, ser reapropiadas por el grupo gobernante y llevarlas a la práctica. Por lo que sería legítimo compartir con la Oposición el haber echado las bases económicas de la URSS que con el paso del tiempo habrían de llevarla a ser la segunda potencia mundial.


Nueva lucha por regenerar al régimen: la oposición unificada

Los que se suponían los triunviros mayores, Zinóviev y Kámenev, comienzan a percatarse que han subestimado a Stalin, se dan cuenta que el que realmente mueve los hilos es él. El impulso final que necesitaban para romper con el secretario general lo encuentran cuando este publica sus “Cuestiones de leninismo” en diciembre de 1924, donde declara que en la URSS es posible construir “el socialismo integral”. Eso era un estrecho nacionalismo y abandono confesado del internacionalismo hasta para Zinóviev y Kámenev. Los días de la doctrina del socialismo en un solo país, teoría realizada por Bujarin e impulsada por Stalin, acaban de comenzar. Además, Bujarin ahora representa el ala derecha del partido, protege al kulak y hasta lo invita a seguir enriqueciéndose. Lo que provoca que ahora Zinóviev junto con todo su poderoso grupo de Leningrado le haga frente durante el XIV Congreso del partido. Bujarin y Stalin vencen a Zinóviev. El desastroso resultado en este congreso, provoca que Zinóviev y Kámenev hagan causa común con Trotsky, al que en otro momento ayudaron a vencer. De esta manera aparece la Oposición Unificada, en la que Kámenev veía con seguridad la victoria, afirmando: “Basta que el partido vea a Trotsky y a Zinóviev en la misma tribuna para que identifique de inmediato a su verdadero Comité Central”.
Los historiadores e ideólogos de la burguesía gustan presentar todo este episodio como una mera lucha por el poder, las ansías de poder y autoritarismo tan naturales del comunismo, afirman. Incapaces de ver un trasfondo más profundo, estructural, solo pueden ver una revuelta palaciega tras la muerte de Lenin. Deutscher, con mayor realismo, señalaba que era como si la historia dependiera del resultado de la lucha entre dos hombres. Trotsky representaba el internacionalismo proletario, la paciencia de esperar a la revolución europea –y ayudar a provocarla cuando fuera necesario- para que, una vez triunfante, ayude a sus hermanos soviéticos a salir del enorme atraso económico en el que se hallaban; Stalin representaba la coexistencia pacífica con el imperialismo, la pretendida autosuficiencia de la URSS, el “socialismo nacionalista”, en palabras de Trotsky.
Podríamos preguntar legítimamente, si la revolución europea no llegaba en auxilio de la rusa, como en efecto sucedió, qué proponía Trotsky hacer en este caso. A este válido cuestionamiento respondía que debía consolidarse la posición del proletariado, además de que debía “preparar los elementos nacionales para la sociedad socialista internacional del mañana, y a la par y sobre todo, elevará sistemáticamente el nivel de vida de la clase obrera, robusteciendo su alianza con las masas no explotadoras del campo.” A esto lo llama la etapa preparatoria “…hasta que [la revolución] triunfe en los países más avanzados y venga a sacar a la Unión Soviética del aislamiento en que hoy se halla”. (Trotsky, 2000-2002 pág. 11). He ahí la verdadera batalla que se libraba entre Trotsky y Stalin, una diferencia de concepciones en cuanto al camino que habría de seguir la URSS.
A la Oposición Unificada no le irá mejor que a su antecesora. Sufrirá derrota tras derrota y al final se desmoronará, siendo abandonada por Zinóviev, Kámenev y los suyos, tras la amenaza de ser expulsados del partido. Trotsky no se retracta y continúa la lucha con sus partidarios, pese a que día a día son desplazados de las posiciones y puestos importantes en el partido y en el Estado, además de perderlas también en la Comintern.
En 1928 es exiliado de la URSS hacia el lejano Kazajstán. Y en 1929 es expulsado de la URSS. Inicia ahora el difícil camino de la construcción de la Oposición de Izquierda Internacional.


La Oposición de Izquierda Internacional

Con los oposicionistas rusos desterrados, recluidos, deportados y pronto exterminados, Trotsky se propuso aglutinar bajo su causa a elementos internacionales, pero sin romper con la Internacional Comunista (IC) ni con el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS); únicamente quería reformarlos desde adentro y por la izquierda. De esta manera gana adeptos en diferentes partes del mundo, sobre todo entre sus partidarios que habían sido expulsados de la Comintern por su actividad “fraccional”.
Para dar a conocer sus ideas y programa político, publican su propio periódico, el “Boletín de la Oposición”, cuyo primer número el 31 de marzo de 1929 aparece en París aunque en ruso, y cruza ilegalmente las fronteras hacia la URSS.
La idea de reformar por dentro a la IC y a los partidos comunistas se esfumaría de las cabezas de los oposicionistas cuando Hitler suba al poder y el KPD (Partido Comunista Alemán) no haya movido un dedo para evitarlo, fantaseando con que después del triunfo electoral de los nazis, seguiría el de ellos. Para el colmo esta política sería defendida como la correcta por la IC. Trotsky mira cómo la Internacional que había construido junto con Lenin en 1919 se encuentra muerta y que nada de revolucionaria le queda, por lo que es hora de iniciar la construcción de una nueva internacional.
El 17 de julio de 1933, Trotsky partía de Prinkipo, en Turquía, hacia Marsella con tres secretarios y su esposa, la travesía duró un mes. En este viaje, pensó la idea de una IV Internacional escribiendo un artículo al que tituló “No es posible permanecer en una Internacional con Stalin… y Cía.” (Deutscher, 1971 pág. 243). Jean Van Heijenoort, secretario de Trotsky durante nueve años, sitúa la fecha dos días antes que la de Deutscher. Según esto, Trotsky firmó bajo el seudónimo de G. Gourov un artículo titulado “Es necesario construir de nuevo partidos
comunistas y una Internacional Comunista”. (Heijenoort, 1979 pág. 51). Sea como sea, el proyecto de regenerar a la IC y a los partidos comunistas es abandonado y se pasa ahora a la tarea de construir una nueva internacional verdaderamente revolucionaria: la cuarta.


La IV Internacional

El camino hacia la construcción de una nueva internacional auténticamente revolucionaria, no fue nada sencillo. Como vimos, la idea apareció por vez primera en la cabeza de Trotsky desde el verano de 1933. Trotsky mostraba impaciencia por su creación, presionaba a sus camaradas de la Oposición internacional a que apuraran el rumbo en esta dirección; mostraba molestia cada vez que había reuniones que tenían por objeto su fundación pero que terminaban en una pre organización distinta, como lo fue la Liga Comunista Internacional primero, y luego el Movimiento por la Cuarta Internacional. Finalmente el 3 de septiembre de 1938 se proclama su fundación tras la celebración de un congreso en París al que asistieron 22 delegados de 11 países.
Es necesario mencionar el contexto en el que aparece la nueva internacional. En 1938 habían finalizado los Procesos de Moscú, por lo que la que se pretendía fuera “la sección más importante de la internacional”, la rusa, había sido exterminada; la victoria de los fascistas españoles era inminente; y el panorama internacional en general era percibido por todos que un nuevo conflicto que amenazaba con traer más muerte y destrucción que el que provocó la Gran guerra. Esta era la urgencia de Trotsky por rearmar a los partidos revolucionarios que se enfrentarían ante una nueva catástrofe, que pudieran liderar revoluciones proletarias una vez terminada la guerra. Era la última oportunidad que tenían las masas trabajadoras para evitar una destrucción a escala planetaria. Al conflicto interimperialista, cuyo único resultado favorecería a las clases burguesas vencedoras, ya que para ellas supondría una nueva repartición del mundo y sus riquezas, los revolucionarios como Trotsky le anteponían la revolución socialista que le pusiera un freno a sus políticas de bandidaje y rapiña. Para el colmo, los bandidos imperialistas utilizarían a sus clases trabajadoras para enfrentarlas unas
contra otras por unos beneficios que solo favorecerían a los de arriba. Con discursos de democracia contra fascismo, de orgullo nacionalista, de defensa de la libertad y de acabar con el mal mayor que era el judeo-bolchevismo internacional, fueron utilizados por todas las potencias en conflicto para engañar a los trabajadores y obligarles a matarse los unos a los otros.
Contra este engaño advertía de forma lúcida y consecuente, aunque también desesperanzada, la anarquista Emma Goldman:
“… estoy segura que no solo el hombre común y corriente que no tiene conciencia social, sino todos los socialistas, comunistas e incluso anarquistas, por no hablar de los judíos, correrán a ondear la bandera de su país en cuanto oigan el eslogan “democracia contra el fascismo”. Nunca aprenden nada. Evidentemente no aprendieron nada del último eslogan, la “guerra para acabar con la guerra”, la “guerra para salvar a la democracia”. También ahora serán engañados y se olvidarán que la guerra nunca ha solucionado nada. Solamente cuando el pueblo de un país se levanta en toda su estatura y rompe sus cadenas puede justificarse una guerra. Pero la guerra imperialista no tiene nunca justificación; de esto estoy segura y estoy absolutamente decidida a oponerme a ella sean cuales sean las consecuencias.” Sacado de (Porter, 1983 pág. 313).
Trotsky también estaba dispuesto a combatir la guerra de la que solo saldrían beneficiados los magnates de la guerra y del capital. Así, su nombre era incluido entre las conversaciones de los líderes de las potencia mundiales como una amenaza latente contra sus intereses. Veamos un relato de estos al respecto entre el embajador francés ante el Tercer Reich Robert Coulondre y el propio Hitler:
“Hitler se jactó de las ventajas que había obtenido como resultado de su pacto con Stalin, que acaba de firmar, y trazó un grandioso panorama de su futuro triunfo militar. En respuesta, el embajador francés apeló a su “razón” y habló de los trastornos sociales y la revolución que podrían seguir a una guerra prolongada y terrible y barrer a todos los gobiernos beligerantes.
“Usted se ve a sí mismo como vencedor…”, dijo el embajador, “pero, ¿ha considerado usted otra posibilidad: la de que el vencedor sea Trotsky?” Al escuchar esas palabras, Hitler se puso de pie de un salto… y gritó que esa posibilidad, la amenaza de la victoria de Trotsky, era una razón más para que Francia y la Gran Bretaña no fueran a la guerra contra el Tercer Reich. Así, el amo del Tercer Reich y el emisario de la Tercera República, en sus últimas maniobras, durante las últimas horas de paz, trataron de intimidarse el uno al otro, y al gobierno de cada uno, invocando el nombre del solitario proscrito atrapado y enclaustrado en el otro extremo del mundo. “Los acosa el espectro de la revolución, le dan el nombre de un hombre”, comentó Trotsky cuando leyó el dialogo.” (Deutscher, 1971 pág. 462)
Ante este panorama solo se abrían dos caminos: socialismo o barbarie, no había más, no había punto intermedio.
Lamentablemente para su causa la Cuarta Internacional nunca despegaría, entre su desorganización, falta de cuadros y arraigo entre la clase obrera, por una parte, y por la otra la terrible persecución de la que fue objeto por parte de los nazis, los estalinistas, maoístas, el titismo y el imperialismo japonés3, no lograría su cometido de convertirse en el partido mundial de la revolución socialista.

La pesada herencia de León Trotsky - Viento Sur
Palabras finales

Como bien lo señaló el historiador francés Jean Jacques Marie el trotskismo comprende diferentes fases según el periodo de vida de Trotsky: tenemos al Trotsky presidente del Soviet de Petrogrado durante la revolución de 1905 combatiendo al zarismo e impulsando la auto organización de los trabajadores en instituciones plenamente clasistas: los soviets; al de 1907- febrero de 1917 en plena disputa con Lenin; al constructor del estado soviético a partir de octubre de 1917; al jefe victorioso del Ejército Rojo durante la guerra civil; al que se opuso, en alianza efímera con Lenin, a la degeneración burocrática en la Unión Soviética; al
3 Para conocer un poco más sobre la represión que se abatió sobre la IV Internacional véase “El trotskismo” (Marie, 1972).
desterrado que ya no buscaba reformar ni al PCUS ni a la Comintern, sino crear nuevos partidos comunistas y una nueva internacional que llevaran a la victoria definitiva del proletariado en su lucha contra el capital e instauraran un régimen completamente socialista, con plena democracia obrera, a escala internacional. En las condiciones actuales, es a este último Trotsky al que apelamos, del que nos consideramos sus discípulos. Proclamamos, igual que él hizo hace más de 80 años, que el único remedio al infierno que ha traído el capitalismo a la humanidad es el establecimiento de un régimen socialista a escala mundial mediante revoluciones socialistas triunfantes. Hoy más que nunca adquiere sentido la sentencia de Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie.
Hoy la Unión Soviética ya no existe, lo que ha generado un embate general del capitalismo contra todas las clases trabajadoras. El modo de producción capitalista ha alcanzado niveles tan predatorios que amenazan con agotar los recursos naturales del planeta y acabar con la vida humana en la tierra. La lucha por el socialismo, literalmente, se ha vuelto una lucha por la supervivencia de la especie humana en la tierra.
También hoy debemos continuar azuzando a las masas a liberarse del yugo del capital mediante revoluciones proletarias, aun cuando desde hace 30 años se ha venido celebrando por la clase burguesa y sus ideólogos la muerte del comunismo, no obstante, dicha afirmación no fue más que un chiste, pues las mismas crisis capitalistas vinieron a resucitar a Marx, y también a Trotsky. La crisis financiera del 2008, el imperialismo cada vez más insoportable de los yanquis y la pandemia del 2020, que aún continúa y podemos sentir todos sus efectos, vinieron a poner la revolución socialista a la orden del día. Sin miedo a nada ni nadie debemos proseguir con tal consigna y trabajar en tal dirección, tal como lo hizo Trotsky en la víspera de la Segunda Guerra mundial, llamando en solitario por la revolución para evitar la guerra, mientras que la potencia roja que se suponía debía llamar por ella, se armaba hasta los dientes para repeler la agresión nazi y envolverse en el conflicto mundial, Trotsky señalaba, fiel a los principios del marxismo: “Son dos cosas muy distintas derrocar a Hitler con una revolución y estrangular a Alemania con una guerra imperialista”.
Al dialogo que acababa de leer entre el líder del Tercer Reich y el embajador francés, Trotsky añadiría finalmente: “Los dos, Hitler y Coulondre, representan la barbarie que avanza sobre Europa. Ninguno de ellos duda que su barbarie será derrotada por la revolución socialista. Las clases dominantes de todos los países capitalistas del mundo son hoy conscientes de ello.” (Trotsky, 1942)
Y este es uno de los aspectos fundamentales en Trotsky, ser un fiel creyente de la venidera revolución socialista mundial, poseyendo la paciencia necesaria a la vez que se prepara a los elementos subjetivos (la dirección revolucionaria) para apresurarla y, finalmente, llevarla hacia la victoria definitiva.

En memoria de León Trotsky
Bibliografía

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Heijenoort, Jean Van. 1979. Con Trotsky, de Prinkipo a Coyoacán: testimonio de siete años de exilio . México, D.F. : Nueva Imagen , 1979. ISBN: 968-429-160-4.
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Marie, Jean Jacques. 1972. El trotskismo . Barcelona : Península , 1972.
Porter, David. 1983. Visión en llamas. Emma Goldman sobre la revolución española . España : El viejo topo , 1983. ISBN: 978-84-15216-97-1.
Trotsky, León. 2000-2002. La Revolución Permanente. s.l. : Proyecto Espartaco, 2000-2002. Escrito originalmente en 1929.
—. 2017. Lecciones de Octubre. [aut. libro] Varios autores. Ellos se atrevieron . México : Centro de Estudios Socialistas Karl Marx , 2017.
—. 1942. Una y otra vez sobre la naturaleza de la URSS. Marxist Internet Archive. [En línea] 1942. [Citado el: 07 de agosto de 2022.] Escrito el 18 de octubre de 1939. https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/edm2.htm.