Julio César Mondragón fue uno de los estudiantes normalistas asesinados en la Noche de Iguala. Su cuerpo apareció en la mañana del 27 de septiembre visiblemente torturado y su rostro, desollado. Pero el costoso celular que Julio César portaba (regalo de su esposa, que lo había comprado usado) seguramente despertó el instinto de rapiña de uno de sus verdugos, que lo robó y lo usó durante más de seis meses. Al investigar las llamadas salidas o recibidas del teléfono, provenían del Campo Militar en la ciudad de México y del CISEN, el centro de espionaje del Estado mexicano.
El asesino de Mondragón era entonces un militar o un miembro del CISEN. O ambas cosas. El criminal no sabía que no basta con cambiar el chip de un teléfono móvil para que sea inidentificable porque conserva el IMEI (International Mobile System Equipment Identy), un código pregrabado en estos teléfonos que identifica al aparato de forma exclusiva a escala mundial y es transmitido al comunicarse. “Es la huella de identidad del dispositivo móvil, equiparable a la huella digital de las personas” explican Francisco Cruz, Félix Santana Ángeles y Miguel Ángel Alvarado, autores del libro La guerra que nos ocultan (348-9 y 356).
Ellos cuentan que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) encontró que la actividad del número telefónico de Julio César duró hasta el 30 de septiembre de 2014”. “Pero ese mismo número siguió registrando acciones y coordenadas hasta el 4 de abril de 2015”, dicen estos autores. Añaden que “las coordenadas que generaron la actividad después del 30 de septiembre de 2014, y que el GEIE no obtuvo, condujeron a un viaje sin desvíos hacia las entrañas de uno de los campos militares más importantes del país, en la Ciudad de México.”
“Anotados en un documento confidencial que la empresa Telcel entregó a la PGR el 31 de agosto de 2015, esas llamadas forman parte de las 31 actividades que registró ese teléfono, un LG L9 con el número 7471493586, desde el 27 de septiembre de 2014 hasta el 4 de abril de 2015.”
En cinco de las llamadas el teléfono estaba en el CISEN y en siete en el campo Militar número 1.
El Informe sobre La Noche de Iguala del gobierno de AMLO incluye una versión muy diferente a la que hemos narrado. Cita un supuesto intercambio de mensajes entre narcos, en uno de los cuales, al pasar, se habla de El Chilango, el alias de Julio César, y se dice que fue asesinado por uno de ellos y no por militares. El Informe jamás se refiere a la actividad del celular del estudiante posterior al 30 de septiembre de 2014, a pesar de que es información de la PGR y que fue hecha pública en el libro citado, como hemos relatado. Es que hacer esto último conduce a la responsabilidad del Ejército en este crimen diabólico, mientras que la otra versión, sólo basada en supuestos mensajes entre delincuentes, lleva al cuento de que el problema fue que dos grupos de narcos se pelearon.
Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Alvarado citan un pensamiento de Julio César Mondragón Fontes: “no es sólo escribir con la plumilla, sino escribir en las piedras con tinta de la misma vida para que un día, que llegue la victoria, mi vida sea más que una simple historia…una leyenda.” (La guerra que nos ocultan, Planeta, 2016).
Este artículo es parte de El Socialista No. 410
Septiembre 2022.