Este artículo fue publicado originalmente en la Revista CORREO Internacional en AGOSTO 1990 AÑO 7/N 49 se publicó en el 50 aniversario de asesinato, la publicación fue titulada como: A 50 años del asesinato TROTSKY VIVE
Trotsky señaló que en el Programa de Transición había dos lagunas: la situación de la economía mundial y los problemas y tareas que se les plantearían a las próximas revoluciones triunfantes.
Vimos antes, que él preveía un rápido crecimiento de la Cuarta Internacional, el cual permitiría superar la crisis ce dirección proletaria. En consecuencia avizoraba que se avecinaban revoluciones de Octubre.
No fue así. El colosal ascenso revolucionario de la posguerra y que hoy continúa en el giro histórico que barre el stalinismo planteó problemas no contemplados en el Programa de Transición, con el triunfo de revoluciones conducidas por viejas y nuevas direcciones traidoras, sin que creciera la Cuarta Internacional ni se solucionara la crisis de dirección.
El propio stalinismo, la socialdemocracia y otras corrientes pequeño burguesas y burocráticas debieron muchas veces ir más allá de sus intenciones, obligadas por las masas. Se dio, de ese modo, una variante que Trotsky en sus tesis de la Revolución Permanente, consideró “altamente improbable”.
Uno de los resultados más notables de este hecho la revolución avanzando a pesar de las direcciones pésimas, que continuaron a su frente para mejor traicionarlas- es la existencia de nuevos estados obreros burocráticos, que se sumaron a la URSS. Ellos son, pese a su dirección, la mayor conquista de la revolución en la posguerra.
A pesar de las lagunas y pronósticos equivocados, el Programa de Transición se ha vuelto más preciso, necesario y actual que nunca, debido a que el círculo de la historia empieza a cerrarse y hemos entrado en la hora del trotskismo.
Nahuel Moreno, un discípulo continuador de Trotsky y creador de nuestra corriente, la Liga Internacional de los Trabajadores -Cuarta Internacional sostuvo: “La etapa que vivimos se caracteriza por dos hechos fundamentales: la crisis definitiva del imperialismo y de la burocracia stalinista y el reingreso a la escena histórica del proletariado de los países más industrializados, como protagonista fundamental del proceso. En tales circunstancias, el Programa de Transición y su eje central-la construcción de la Cuarta Internacional en todos los países para derrotar a los aparatos burocráticos contrarrevolucionarios, superar la crisis de dirección y llevar a término la revolución socialista mundial son más actuales que nunca”. (Tesis de actualización del Programa de Transición, 1980).
Nuevos aportes
Junto con esta tajante afirmación, Moreno sostenía que era necesario llenar las lagunas del programa y responder a los nuevos problemas planteados por la revolución para superar la crisis de dirección. Es así que, junto a construir la LIT-CI y partidos trotskistas como el MAS de Argentina, Moreno realizó aportes y teóricos políticos continuando la senda de Trotsky. Mencionaremos algunos de ellos, por su palpitante actualidad.
En relación a la economía mundial, no abordada en el Programa de Transición. Moreno la consideró “una totalidad dominada por el imperialismo” Oponiéndose a la teoría stalinista apoyada, incluso, pr otras corrientes trotskistas, Moreno negaba que existieran “dos mundos”, “dos campos” o “dos economías”. El sostenía que la economía de los estados obreros “está supeditada a la economía mundial capitalista”.
La actual crisis de los estados obreros, producida por el juego de pinzas de la contrarrevolución económica mundial del imperialismo y la rapiña, entrega y dictadura burocráticas, creemos que confirman la hipótesis de Moreno.
El continuador de Trotsky también sostuvo que “se ha enriquecido uno de los postulados esenciales del Programa de Transición en el sentido de que las fuerzas productivas han dejado de crecer. La bonanza de la economía imperialista desarrolla las fuerzas destructivas y somete a la mayor parte de la humanidad a la miseria y súper explotación crecientes”. En relación a otras múltiples consignas y tareas nuevas planteadas por La realidad, Moreno, en sus Tesis de Actualización, señaló una, decisiva para la situación presente: la federación de estados obreros existentes.
“Esa lacra de la burocracia capitalista que es la guerra entre estados obreros o la invasión de unos por otros, hace surgir con perentoriedad una consigna fundamental, que solo podemos levantar nosotros: la de la federación de estados obreros existentes. Al mismo tiempo, está planteada la defensa de un estado obrero invadido por otro, sobre todo cuando se trata de uno pequeño que resulta víctima de los afanes chovinistas gran rusos o chinos”
Sobre la revolución política
Moreno, fallecido en 1987, no alcanzó a presenciar la caída del Muro de Berlín ni la sucesión de revoluciones del Este. Sin embargo, siguiendo el método y el camino de Trotsky, dejó observaciones de extraordinaria importancia para comprender y actuar sobre la revolución política. Dice Moreno, en el mismo trabajo que hemos venido citando, que la revolución política adquirió una nueva, distinta y superior importancia para todos los países del mundo. En primer lugar porque: “Ahora, la necesidad de la revolución política ya no se circunscribe a la URSS. sino que abarca a la tercera parte de la humanidad y al país más poblado de la tierra, China”.
Además, porque es una tarea estrechamente ligada y combinada con la construcción de la nueva dirección proletaria: “La revolución política se ha transformado posiblemente en la tarea específica más inmediata e importante que enfrenta la Cuarta Internacional, que es la única capaz de llevarla a cabo”.
Por último, porque es una lucha a librar en todos los países: “La revolución política es actualmente un proceso más amplio que la lucha revolucionaria contra las burocracias gobernantes en los estados obreros. Como la base de sustentación más poderosa que tienen los aparatos contrarrevolucionarios son la URSS y el stalinismo es evidente que si logramos abatir allí a la burocracia, esto provocará un cataclismo en todos los apara tos burocráticos del mundo entero. Pero la revolución política nos plantea una tarea concreta: luchar contra los aparatos burocráticos nacionales que no son stalinistas, como la socialdemocracia y las burocracias sindicales de los países occidentales”.
Moreno agrega que: “Destruir la fuerza de esos aparatos contrarrevolucionarios, arrancar a las masas de su control, será una lucha que tendrá muchas características similares a la que debe llevarse a cabo contra la burocracia stalinista en la URSS. Tendrán que emplearse métodos revolucionarios e incluso habrá lucha física”.
Dos fases en la revolución política
Moreno dejó otra herramienta formidable para intervenir en la revolución política. Señaló que se daría, probablemente, a través de dos revoluciones: “El retroceso que ha originado en todos los estados obreros burocratizados la burocracia y la aristocracia obrera para mantenerse en el poder y aumentar sus privilegios instaurando un régimen totalitario, más la inmadurez de la dirección del proletariado debido a este régimen totalitario, indican que la revolución política tendrá que pasar (aparentemente) por dos etapas revolucionarias que a grosso modo serán semejantes a la Revolución de Febrero y a la de Octubre. Es lo que hasta aquí indica la experiencia. Si tomamos en cuenta Hungría y Checoslovaquia, vemos que la revolución política comienza como un movimiento obrero y popular por la conquista de la democracia en general, uniendo a todos los sectores disconformes. Va a ser un gran movimiento obrero y popular por la democracia: todos unidos contra el gobierno bonapartista y totalitario de la burocracia. Surgirán por eso corrientes pequeñoburguesas que tendrán poca claridad sobre si corresponde o no colaborar con el imperialismo en su plan de voltear a la burocracia totalitaria. Lo que caracterizará a esta primera revolución de Febrero antiburocrática será que a su frente no tendrá un partido trotskista, pues no habrá tenido tiempo de madurar y de formarse.”
“Vemos por eso muy difícil que la revolución política se dé en una sola revolución. Creemos que comenzará con esta forma de revolución de Febrero, la que dará paso a la democracia en general y en este proceso surgirán órganos de poder obrero, seguramente los soviets O los comités de fábrica, y paralelamente se fortalecerá el partido trotskista, el único que puede llevar a cabo la verdadera revolución política, la de Octubre, que imponga una dictadura revolucionaria de proletariado. Este partido trotskista luchará contra todas las corrientes pequeñoburguesas restauracionistas que se habrán unido -seguramente-a sectores mayoritarios de la burocracia en crisis y al imperialismo, para establecer vínculos económicos estrechos con el imperialismo con el argumento del librecambio otras series de consignas al servicio de la burguesía, tratando de hacernos retroceder al capitalismo. Estas corrientes pequeñoburguesas se opondrán ferozmente a que se imponga la dictadura revolucionaria del proletariado en este interregno entre Febrero y Octubre de la revolución política, con argumentos democratistas -como que cada empresa sea controlada por los trabajadores y se transformen en 200 cooperativas o alguna variante por el estilo- que les permitan demagógicamente volver a las leyes del mercado tanto interno como externo, combinados con el planteo de democracia burguesa. Tras este planteo democratista absoluto se esconderá la mano de la restauración capitalista, aunque con demagogia obrerista. La revolución de Octubre del trotskismo se dará muy posiblemente contra ese frente restauracionista.”
Prepararnos para Octubres
Moreno acostumbraba a decir “si el trotskismo no existiera habría que hacerlo”, tal era su convicción sobre “el único marxismo revolucionario de la actualidad”.
Moreno no está presente en el quincuagésimo aniversario de Trotsky. Pero sus aportes como discípulo y continuador son un homenaje perenne al Viejo.
Ese homenaje, que es nuestro homenaje, el de la LIT-CI, implica un compromiso: prepararnos para los nuevos Octubre construir la Cuarta Internacional para superar la crisis de dirección proletaria, luchar por el gobierno de los trabajadores e ir hacia el socialismo mundial y la democracia obrera.
CON TROTSKY, HASTA EL FINAL
Por Joe Hansen, su secretario y dirigente trotskista norteamericano.
Desde el ataque de ametralladora hecho por la GPU al dormitorio de Trotsky el 24 de mayo, la casa de Coyoacán se había transformado prácticamente en una fortaleza. Se aumentó la guardia, estaba mejor armada. Se instalaron puertas y ventanas anti-bala. Un reducto fue construido con techo y piso a prueba de bombas. En el lugar de la vieja puerta de madera donde Robert Sheldon Harte fue sorprendido y secuestrado por los perseguidores de la GPU se pusieron puertas de acero doble, controladas por interruptores eléctricos. Tres torres nuevas anti-bala dominaban no sólo el patio sino todo el barrio alrededor. Se estaban preparando marañas de alambre de púa y redes contra bombas.
Toda esta construcción fue posible gracias a los sacrificios de los simpatizantes y militantes de la Cuarta Internacional, que hicieron todo lo que pudieron para protegerlo, sabiendo que era seguro que Stalin intentaría otro ataque más desesperado después de haber fallado el 24 de mayo. El gobierno mexicano, el único país en la tierra que había aceptado asilar a Trotsky en 1937. Triplicó la cantidad de guardias que se turnaban afuera de la casa, haciendo todo a su alcance para salvaguardar la vida del exiliado más famoso del mundo.
Únicamente la forma del nuevo ataque era desconocida. ¿Otro ataque de ametralladora con más agresores?, ¿Bombas? ¿Cachiporrazos? ¿Envenenamiento?
20 de agosto de 1940
Yo estaba en el techo, cerca de la torre de guardia principal con Charles Cornell y Melquiades Benítez. Estábamos conectando una sirena poderosa con el sistema de alarma para ser usado cuando la GPU atacara nuevamente. Al atardecer, entre las 17:20 y las 17:30, Jacson, a quien conocíamos como simpatizante de la Cuarta Internacional y como marido de Sylvia Ageloff, anteriormente militante del Socialist Workers Party, llegó en su Buick sedan. En lugar de estacionarlo con el radiador hacia la casa, como era su costumbre, dio una vuelta completa en la calle, estacionando el auto paralelo a la pared, con la nariz hacia Coyoacán. Cuando se baje del auto, nos saludó moviendo la mano y gritó: “¿Ya llegó Silvia?”.
Estábamos un poco sorprendidos. No sabíamos que Trotsky había citado a Sylvia y Jacson, pero relacionamos nuestra falta de conocimiento con un olvido de Trotsky, lo cual era común en relación a estas cuestiones.
“No”, le dije a Jacson, “espera un momento”. Entonces, Cornell hizo funcionar los controles eléctricos y las puertas dobles y Harold Robins recibió a la visita en el patio. Jacson tenía un impermeable cruzado sobre el brazo. Era la época lluviosa y aun que brillaba el sol, sobre las montañas del sudoeste había nubarrones que amenazaban con tormenta.
Trotsky estaba en el-patio dándole de comer a los conejos y a las gallinas (era su forma de hacer un poquito de ejercicio por la vida encerrada que estaba obligado a llevar). Esperamos que, como era su costumbre, Trotsky no entraría a la casa hasta que hubiera terminado de darles de comer o hasta que Silvia llegara. Robins estaba en el patio. Trotsky no tenía la costumbre de ver a Jacson a solas.
Melquiades, Cornell y yo seguimos trabajando. Durante los próximos diez o quince minutos estuve sentado en la torre principal escribiendo los nombres de los guardianes sobre etiquetas blancas que serían colocadas en los interruptores conectando sus habitaciones con el sistema de alarma. Un grito terrible corto la calma de la tarde, un grito prolongado y agonizante, casi un sollozo. Me hizo saltar sobre mis pies, con un escalofrío que me helaba los huesos. Corrí para salir de la guardia al techo. ¿Era un accidente de uno de los diez obreros que estaban remodelando la casa? Desde el estudio del Viejo salían sonidos de lucha violenta, y Melquíades estaba apuntando con un rifle a la ventana de abajo. Trotsky se hizo visible por un momento con su chaqueta de trabajo azul, peleando cuerpo a cuerpo con alguien. “No tires!”, le grité a Melquiades, “le puedes pegar al Viejo!”. Melquiades y Cornell se quedaron en el techo, cubriendo las salidas de estudio. Encendí la alarma general bajé por la escalera a la biblioteca. Cuando entré por la puerta que conectaba la biblioteca con el comedor, el Viejo trastabillaba saliendo de su estudio algunos metros, con sangre chorreando por su cara.
“Vean lo que han hecho”
Al mismo tiempo, Harold Robins entró por la puerta norte del comedor con Natalia siguiéndolo. Natalia, echando sus brazos alrededor de Trotsky, lo sacó al balcón, Harold y yo corrimos detrás de Jacson, que estaba parado en el estudio jadeando, con su cara trastornada, sus brazos caídos. Una pistola automática colgaba de su mano. Harold estaba más cerca de él. Encárgate de él, dije. “iré a ver qué pasó con el Viejo”. No había terminado de darme vuelta cuando ya sostenía al asesino reducido contra el piso.
Trotsky se arrastraba al comedor. Natalia, tirando, trataba de ayudarlo. Vean lo que han hecho”, dijo ella. Cuando abrazó al Viejo se vino abajo cerca de la mesa del comedor. La herida en su cabeza parecía superficial a primera vista. Yo no había escuchado ningún tiro. Jacson debía haberle pegado con algún instrumento. “¿Qué pasó?”, le pregunté al Viejo. “Jacson me tiró con un revólver. Estoy herido gravemente… siento que esta vez es el fin”.
“Sólo es una herida superficial. Se va a recuperar”, traté de darle confianza. “Hablamos sobre estadísticas francesas”, respondió el Viejo. “¿Le pegó desde atrás?” le pregunté. Trotsky no respondió.
“No le disparó”, le dije; “no escuchamos ningún tiro. Le pegó con algo.” Trotsky parecía dudar. Apretó mi mano. Entre las frases que intercambiamos habló con Natalia en ruso. Llevaba la mano de ella continuamente a sus ojos. Trepé nuevamente al techo y le grité a la policía del otro lado de la pared; “Llamen a la ambulancia”. Les dije a Cornell y a Melquiades: “Es un atentado de Jacson…” En ese momento mi reloj pulsera marcaba las 16.50.
Nuevamente estaba al lado del Viejo. Cornell estaba conmigo. Sin esperar la ambulancia de la ciudad, decidimos que Cornell fuera a buscar al doctor Dutren, que vivía cerca y había atendido a la familia anteriormente. Como nuestro auto estaba encerrado en al garaje, con las puertas dobles, Cornell decidió usar el auto de Jacson que estaba parado en la calle. Cuando Cornell salió de la habitación, sonidos de pelea nuevamente se escucharon provenientes del estudio donde Robins tenía a Jacson.
“Dígale a los muchachos que no lo maten!” dijo el Viejo. “Tiene que hablar”. Dejé a Trotsky con Natalia y entré al estudio. Jacson yacía sobre la mesa cercana. En el piso había un instrumento ensagrentado, que a mi modo de ver era un pico de cateador, pero con la parte de atrás con forma de hachuela. Me lancé a la lucha contra Jacson, pegándole en la boca y en la mandíbula abajo de la oreja, rompiéndome la mano.
A medida que Jacson recobraba su conciencia lanzaba gemidos. “Encarcelaron a mi mamá… Sylvia Ageloff no tuvo nada que ver con esto… No, no fue la GPU. No tengo nada que ver con la GPU…” Subrayaba las palabras que lo diferenciaban del GPU, como si de golpe se hubiera acordado que el libreto de su papel decía que aquí había que hablar en voz alta. Pero ya se había delatado. Cuando Robins redujo al asesino, Jacson pensó que era su fin. Se había retorcido aterrorizado; de sus labios escaparon palabras que no pudo controlar: “Me obligaron a hacerlo”. Había dicho la verdad. La GPU lo obligó a hacerlo. Cornell irrumpió en el estudio. “Las llaves no están en el auto”. Trató de encontrarlas en la ropa de Jacson pero no lo consiguió. Mientras buscaba, corrí a abrir las puertas del garaje. En unos segundos Cornell estaba en cambio, en nuestro auto.
Esperamos a que Cornell volviera. Natalia y yo estábamos arrodillados al lado del Viejo, sosteniendo sus manos. Natalia había limpiado la sangre de su cara y había puesto hielo sobre su cabeza, que ya se estaba hinchando. “Le pegó con un pico”, le dije al Viejo. No pegó un tiro. Estoy seguro que sólo es una herida superficial”.
“No”, respondió. “Yo siento aquí (indicando el corazón) que esta vez lo han logrado”.
Traté de darle confianza. “No, es sólo una herida superficial; se va a mejorar”.
Pero el Viejo sólo sonrió levemente con sus ojos. Él sabía… “Cuide a Natalia. Ha estado conmigo muchos, muchos años”. Apretó mi mano mientras la miraba. Parecía estar bebiendo sus rasgos, como si estuviese por dejarla para siempre, comprimiendo, en estos segundos veloces, todo el pasado dentro de una última mirada.
“Lo haremos”, le prometí. Mi voz parecía lanzar entre los tres el entendimiento de que este realmente era el final. El Viejo sostenía nuestras manos, apretándolas de pronto. De repente saltaron lágrimas de sus ojos. Natalia lloró desconsoladamente, volcándose sobre él, besando su mano.
Cuando el Dr. Dutren llegó, los reflejos del lado izquierdo del Viejo ya estaban fallando. Unos minutos después, la ambulancia vino y la policía entró en el estudio para llevarse al asesino.
Natalia no quiso dejar que lleven al Viejo al hospital-fue en un hospital de París que su hijo, León Sedov, había sido asesinado sólo dos años antes. Por un momento o dos, el mismo Trotsky, acostado en el piso tuvo dudas. “Iremos con usted”, le dije. “Dejo que tú decidas”, me dijo, como si ahora estuviera dejando todo en manos de los que le rodeaban, como si los días en los que tomaba decisiones fueran cosa del pasado. Antes de haber ubicado al Viejo en una camilla, susurró nuevamente: “Quiero que todo lo que tengo sea de Natalia”. Entonces, con una voz que penetraba profundamente hasta los mejores sentimientos de los amigos arrodillados a su lado… “La van a cuidar…”
Natalia y yo hicimos el triste recorrido con él hasta el hospital. Su mano derecha se perdía encima de las sábanas que lo zapaban, hasta que tocaron una palangana cerca de su cabeza y encontró a Natalia. Trotsky susurró, mirándome para bajo con insistencia, cerca de sus labios para que yo escuchara: “Es un asesino político. Jacson es miembro de la GPU o un fascista. Lo más probable de la GPU”. Impresiones de Jacson estaban recorriendo la mente del Viejo. En las pocas palabras que lo quedaban, me estaba diciendo el curso que él pensaba que debería seguir nuestro análisis del ataque, sobre la base de los hechos que ya teníamos. La GPU de Stalin es culpable pero debemos dejar abierta la posibilidad de que tuvieron ayuda de la Gestapo de Hitler. Él no sabía que la tarjeta de presentación de Stalin en la forma de una “confesión” estaba en el bolsillo del asesino.
Las últimas horas
En el hospital, los médicos más importantes de México se reunieron en consulta. El Viejo, exhausto, herido de muerte, con los ojos casi cerrados, miraba hacia mi lado desde la angosta cama del hospital, y movía débilmente su mano derecha. “Joe, ¿tiene… un… cuaderno?”
¡Cuántas veces me habia hecho la misma pregunta! Pero en tono vigoroso, con la sutil ironía que nos lanzaba acerca de la “eficiencia norteamericana”.
Ahora, su voz era pastosa, casi no se podían distinguir las palabras. Hablaba con mucho esfuerzo, luchando contra la oscuridad que lo invadía. Me apoyé en la cama. Parecía que sus ojos habían perdido esos destellos veloces de la enérgica inteligencia tan característica del Viejo. Sus ojos estaban fijos, como si ya no percibieran su mundo exterior y sin embargo sentía esa voluntad enorme apartando la oscuridad que lo extinguía, negándose a cederle a su enemigo hasta haber cumplido su última tarea. Despacio, entrecortado, dictó, escogiendo dolorosamente las palabras de su último mensaje a la clase obrera en inglés, un lenguaje que le era extraño. ¡En su lecho de muerte no olvidó que su secretario no hablaba ruso!
“Estoy cerca de la muerte por el golpe de un asesino político… que me dio en mi habitación. Peleé contra él… iniciamos,… una… conversación sobre estadística francesa… él me golpeó. Por favor diles a mis amigos… Estoy seguro… de la victoria… de la Cuarta Internacional… Adelante.”
Trató de decir más cosas; pero no se podían entender las palabras. Su voz fue desapareciendo, los ojos cansados se cerraron. No volvió a la conciencia. Esto ocurrió alrededor de dos horas y media después de haber sido golpeado. Tomaron una radiografía de la herida y los médicos decidieron que era necesaria una operación inmediatamente. El cirujano a cargo del hospital hizo el trabajo delicado de trepanar delante de los principales especialistas mexicanos y los médicos de la familia. Descubrieron que el pico había penetrado siete centímetros, destruyendo mucho tejido del cerebro. Algunos de estos médicos declararon que el caso no tenía solución. Otros le dieron al Viejo la oportunidad de pelearla.
Luego de más de veintidós horas de la operación, la desesperación se turnó con la esperanza de que sobreviviría. Durante horas terribles escuchamos la respiración pesada del Viejo mientras yacía en la cama del hospital. Con su cabeza afeitada y vendada, era sorprendente el parecido con Lenin.
Nos acordamos de los días en que habían dirigido la primera revolución triunfante de la clase obrera.
Natalia se negaba a salir del cuarto, no comía, miraba con los ojos secos, las manos entrelazadas, con los nudillos blancos, mientras las horas pasaban una tras otra durante esa noche larga y terrible. Y el día siguiente, que fue interminable. Los informes de los médicos veían signos favorables, una mejoría ocasional y, hasta el final, sentíamos que de alguna manera, este hombre que había sobrevivido a las cárceles del zar, los exilios, tres revoluciones, los juicios de Moscú, sobreviviría este golpe traicionero sin nombre que le había dado Stalin.
Pero el Viejo tenía más de sesenta años. Había estado mal de salud durante unos meses. A las 19:25 del 21 de agosto, entró en la crisis final. Los doctores trabajaron durante veinte minutos, utilizando todos los métodos científicos que tenían a su disposición. Pero ni la adrenalina podía revivir el gran corazón y la gran mente que Stalin había destruido con un pico-hacha.