La inocencia del ejército en caso Ayotzinapa es una farsa

En días pasados el presidente López Obrador en la conferencia mañanera sostuvo una discusión con el periodista Ernesto Lezama sobre los 43 de Ayotzinapa. AMLO insistió en que no existen pruebas de la participación del Ejército en la represión de la Noche de Iguala, sin embargo, en el libro de Cuauhtémoc Ruiz, Ayotzinapa, imbatible, y el estado contrainsurgente, se presentan, entre otras, las siguientes pruebas de la responsabilidad de las fuerzas armadas:

Llamadas desde el Campo Militar del teléfono de un estudiante asesinado

Julio César Mondragón fue uno de los estudiantes asesinados. Su cuerpo apareció en la mañana del 27 de septiembre visiblemente torturado y su rostro, desollado. Pero el costoso celular que portaba (regalo de su esposa, que lo había comprado usado) seguramente despertó el instinto de rapiña de uno de sus verdugos, que lo robó y lo usó durante más de seis meses. Al investigar las llamadas salidas o recibidas del teléfono de Julio César, provenían del Campo Militar en la ciudad de México y del CISEN.

El asesino de Mondragón era un militar o un miembro del CISEN. El criminal no sabía que no basta con cambiar el chip de un teléfono móvil para que sea inidentificable, porque conserva un código pregrabado en estos teléfonos que identifica al aparato y es transmitido al comunicarse. “Es la huella de identidad del dispositivo móvil, equiparable a la huella digital de las personas”,  explican Francisco Cruz, Félix Santana Ángeles y Miguel Ángel Alvarado, autores del libro La guerra que nos ocultan. Ellos descubrieron que la actividad del número telefónico “siguió registrando acciones y coordenadas hasta el 4 de abril de 2015”. “Las coordenadas que generaron la actividad después condujeron a un viaje sin desvíos hacia las entrañas de uno de los campos militares más importantes del país, en la Ciudad de México.

“Anotados en un documento confidencial que la empresa Telcel entregó a la PGR el 31 de agosto de 2015, esas llamadas forman parte de las 31 actividades que registró ese teléfono…” En cinco de las llamadas el teléfono estaba en el CISEN y en siete en el campo Militar número uno.

El Ejército infiltró en la Normal de Tixtla a tres soldados que se hacían pasar como estudiantes y los espiaban. La revista Proceso hizo el hallazgo. Obviamente la SEDENA violó la ley al vigilar una escuela y más con espías, y debiera ser llamada a cuentas por eso. Uno de estos soldados, Julio César López Patolzin, de 25 años, está en la lista de los 43 desaparecidos pero, a diferencia de la enorme mayoría, su teléfono tuvo actividad días después del 26 de septiembre… desde las instalaciones del 27 Batallón de Infantería, en Iguala. Lo que admite sólo dos posibilidades:

  1. El soldado-espía sobrevivió a la desaparición y estuvo en el 27 Batallón, en donde usó su teléfono, es decir, confirma la participación de esta fuerza armada en La Noche de Iguala.
  2. Si López Patolzin fue ejecutado, lo hizo el Ejército, uno de cuyos miembros se apropió de su aparato telefónico y luego lo usó en esa instalación militar.

En ambos posibles el Ejército es represor. El espía terminó siendo una prueba irrefutable de la participación de la SEDENA en el crimen.

El subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas el 26 de agosto de 2022, en la conferencia matutina de ese día, ante AMLO que lo miraba estupefacto, afirmó:

Se presume que seis de los estudiantes se mantuvieron con vida hasta cuatro días después de los hechos y que fueron ultimados y desaparecidos por órdenes del coronel José Rodríguez Pérez.

Aunque antepuso las palabras “se presume que”, no quedan dudas sobre la intervención directa del Ejército en Iguala, al provenir la revelación del funcionario que más sabe sobre este crimen. Sobrecoge lo tremendo de su denuncia, con ejecuciones a sangre fría y el nombre y apellido del jefe militar que las ordenó (y que poco después de la cobarde degollina fue ascendido a general).

¿Por qué el subsecretario no incluyó estos hechos en su Informe? ¿Qué más sabe el señor Encinas y que no ha revelado a las familias y al público?

El gobierno federal y el mismo Encinas jamás volvieron a mencionar lo dicho y esperan que la opinión pública dé otra prueba de amnesia.

Además, en Iguala utilizaron balas de uso exclusivo de la SEDENA, de acuerdo con una investigación de Anabel Hernández. La fábrica de armas del Ejército aceptó que balas como las de la Noche de Iguala sólo las usan los militares.

Si usted quiere más pruebas, adquiera el libro de Cuauhtémoc Ruiz, de próxima aparición.