En memoria de Luis K’Fong Fierro
Por Cuauhtémoc Ruiz, 5 de mayo de 2011.
Por la geografía, mis encuentros personales con el chihuahuense Luis K’ Fong fueron pocos, pero la última vez que nos vimos, apenas en febrero de este año, sentí que nos conocíamos de toda la vida y que con él podía hablar –como lo hicimos- desde teoría revolucionaria hasta sobre nuestros hijos.
Es que Luis no se guardaba de mostrase como era: franco, al grado de lastimar a las pieles sensibles; inteligente y agudo, irónico y dueño de un fino sentido del humor. Aunque para mí su mayor virtud fue la perseverancia, la capacidad de levantarse luego de caerse, supongo que muchas, muchas veces, porque caminó casi siempre con el viento en contra.
Luis fue de los contados sobrevivientes de esos miles de jóvenes que hace más de 30 años abrazaron la causa de la revolución y del socialismo. La inmensa mayoría están hoy en otra cosa (algunos en asuntos feos; otros en oficios y profesiones respetables) pero Luis fue de los que nunca dejó vencer su ímpetu militante, a pesar de las continuas adversidades y los golpes. Uno de esos reveses -que conozco por la lectura de uno de los libros que Luis escribió, El alacrane-, narra su historia personal y la de su grupo en el proyecto de penetrar entre los obreras y obreras de las maquiladoras de Chihuahua con el fin de movilizarlos y hacerlos revolucionarios. En esa experiencia, de las que hay poquísimas en México, Luis preparó todo y se jugó de lleno: capacitó a algunos de sus compañeros en derecho laboral, editó regularmente un periódico dedicado a esos trabajadores, y el mismo Luis, a pesar de que ya no era tan joven y a su poliomielitis, consiguió trabajo en una maquila. El resultado: un fracaso. Fue más fuerte la represión y, sobre todo, el que a veces es el mayor obstáculo para los revolucionarios: la apatía política, la falta de la más mínima conciencia de clase de esos trabajadores de primera generación que estaban felices en su nueva alienación fabril porque ésta era mejor que su pasada enajenación campesina, miseria incluída.
Dos grandes acontecimientos marcaron y afectan a los chihuahuenses, como no nos lo podemos imaginar los chilangos y los del sur del país: los asesinatos de jóvenes mujeres obreras en Ciudad Juárez y la “guerra” contra el narco. Esos fenómenos han mandado a la lucha entre trabajadores y patrones a un tercer o cuarto plano y han hecho que la labor de los revolucionarios, que ya era dificilísima, lo sea todavía más. En esas circunstancias, Luis y las compañeras de La Gota y Doble Resistencia pudieron haberse dedicado a estudiar marxismo, a aprender inglés o a cualquier otra actividad que les rindiera en el futuro, y hubiesen encontrado la comprensión del más exigente militante comunista. Pero Luis nos sorprendió con su lucidez y coraje cuando leímos, creo que hace más de un año, que convocaba a caminar una vez por semana en protesta contra el gobierno y su guerra. Así nacieron las ahora célebres kaminatas en la ciudad de Chihuahua, que son la experiencia pionera de la oposición organizada contra el gobierno y los delincuentes. A la primera marcha acudieron muy poquitos, a la segunda, dos o tres más, hasta que acostumbraron al pueblo de Chihuahua a que hay un sector, aunque hoy es pequeño, que no acepta dócilmente lo que se decide desde Los Pinos en provecho privado.
Otra faceta del compañero recién desaparecido fue su incansable labor periodística y propagandística. Se escribe rápido que La Gota cuenta con 16 años de aparición ininterrumpida, acompañada de una edición electrónica. O los muchos libros y folletos que Luis no sólo escribió sino que seguramente también editó, llevó a prensa, distribuyó. Y vendió.
K’ Fong Fierro fue sepultado hoy, 5 de mayo de 2011. El mismo día en que una marcha, aunque esta salida desde Cuernavaca, Morelos, se dispone a llegar al Zócalo de la Ciudad de México enarbolando en esencia lo mismo que las “kaminatas” de Chihuahua. De seguro, si Luis viviera, estaría arrastrando ágil e incansablemente sus muletas junto con el poeta Javier Sicilia y las mujeres y hombres que ya están hartos de la “guerra”, y que seguramente no saben que su caminar no comenzó en Morelos sino hace algunos meses en Chihuahua, encabezados por un hombre al que hoy, con cariño y con tristeza, enterramos.