Por Ricardo Valencia
Los hombres [y mujeres] hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado.[1]
Durante los últimos seis años hemos visto un incipiente y esperanzador movimiento obrero en México como hace décadas no se veía. Miles de trabajadores de las más variadas industrias y servicios se han lanzado a la lucha: Maquilas, Universidades, automotrices, industria hulera, mineros, periodistas, jornaleros, magisterio de educación básica y media superior, médicos, aeronáuticos, telefonistas, trabajadores por APPs, trabajadores burocráticos[2], entre muchos otros.
Esta situación nos obliga a analizar el desarrollo del movimiento obrero para saber de dónde viene, cómo se comporta, hacia dónde va y, sobre todo, hacía dónde queremos que se dirija.
¿De dónde venimos?
Desde finales de los años 90 hasta enero de 2019 el movimiento obrero en México sufrió un gran reflujo y retroceso en su movilización y organización sindical. este reflujo coincide con la reorganización de los sistemas productivos y el sistema político mexicano, el primero implicó una flexibilización de las relaciones de trabajo, mientras que el segundo una pérdida del poder político que llegaron a tener las organizaciones sindicales. Ambos factores debilitaron en gran medida las condiciones de trabajo y vida de millones de trabajadores, el poder adquisitivo del salario se fue a los suelos, el desempleo y la informalidad laboral se agudizaron como nunca antes, la mayoría de las luchas obreras comprendidas en ese periodo fueron defensivas, es decir, que no luchaban por conseguir más conquistas, sino por no perder lo que habían conseguido en el pasado; el viejo charrismo sindical disminuyó mucho el poder que había amasado, las olas huelguísticas de finales de los 90s terminaban en derrotas orquestadas por la tercia charros-gobierno-patrón y generaron un sentimiento de rechazo al sindicalismo y la movilización obrera. Éste reflujo fue acompañado por reformas laborales y a la seguridad social lesivas a la clase obrera, como la reforma a las pensiones del apartado A de 1997, la reforma a la ley del ISSSTE de 2007 y la reforma panista del 2012.
Las mayores movilizaciones obreras durante ese periodo fueron grandes derrotas, como la extinción de Luz y Fuerza del Centro, las 11 huelgas mineras que algunas llevan, no sin presentar una férrea lucha, más de 10 años podridas. Quizá la ruptura más relevante fue la salida del SNTE del FTSE, donde esta federación pasó a ser un cascarón casi vacío. Cabe destacar que la mayor victoria obrera de ese periodo fue la de Euzkadi que terminó convirtiéndose en cooperativa administrada por trabajadores[3]; seguida por la victoria de la explosión de trabajadores jornaleros en San Quintín, Baja California. Por otra parte, la lucha sindical que se desarrolló y llegó a constituirse como uno de los destacamentos más radicales e importantes de América Latina fue la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), teniendo como su centro a la Sección 22.
Este reflujo del que la clase obrera parecía no poder salir, con su persistencia y profundidad, contribuyó a la ruptura de la memoria histórica del proletariado mexicano como clase en la mayoría de los sectores obreros, siendo el magisterio, los trabajadores universitarios y algunos sindicatos independientes de la industria automotriz y hulera donde se puede ver una continuidad en su memoria y tradición de lucha.
Durante el gobierno de Peña Nieto la característica más notable del movimiento obrero fue su ausencia, siendo éste, el año de menos huelgas, llegando a ser de 0 durante tres años de su gestión.
El reflujo por más hondo que sea o haya sido no implica el fin de la lucha de clases, ni mucho menos la superación de la sociedad de clases como la academia posmoderna y la intelectualidad neoliberal pretenden hacer ver, ya ni hablar de la mentada paz laboral de la que tanto han presumido los explotadores de la clase obrera mexicana, al contrario. Las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción[4] siguen vigentes en nuestra sociedad, aunque claro que su expresión es distinta a la experimentada en el siglo pasado, más aún, los conflictos entre el capital y el trabajo guardan dentro de sí la potencialidad de voltear por completo nuestra sociedad, sin embargo, en este periodo las explosiones obreras no sucedieron.
[1] Marx, Dieciocho brumario de Luis Bonaparte.
[2] Todos aquellos que se rigen por el apartado B del artículo 123 constitucional y no son del magisterio ni del sector médico.
[3] Movimiento codirigido por el POS en su etapa inicial.
[4] Tal es la principal contradicción dentro de la sociedad capitalista, como lo señaló Marx a lo largo de su obra y desde el Manifiesto al Partido Comunista.