Ricardo Valencia
Durante los últimos años hemos visto un incipiente y esperanzador resurgir del movimiento obrero en México como hace décadas no se veía. Miles de trabajadores de las más variadas industrias y servicios se han lanzado a la lucha: Maquilas, Universidades, automotrices, industria hulera, mineros, periodistas, jornaleros, magisterio de educación básica y media superior, médicos, aeronáuticos, telefonistas, trabajadores por aplicaciones, trabajadores burocráticos, entre muchos otros.
Luego de un importante y profundo reflujo en el movimiento obrero y sindical que inició a finales de la década de los años 90, en enero de 2019 comenzó un significativo resurgir de la lucha de la clase trabajadora. Este siclo de luchas ha tenido sus periodos de bajas y altas, también pasó por la pandemia de COVID-19, sin embargo, ha continuado y en 2024 continua su marcha.
La clase trabajadora en este tiempo se ha enfrentado a una serie de factores que han actuado de manera diversa en cada uno de los conflictos desarrollados. Mencionaré algunos de estos elementos por separado, aunque en la realidad de la lucha de clases influyeron de forma combinada.
En primer lugar, tanto el T-MEC como la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) de 2019 modificaron las relaciones sindicales. Los procesos de legitimación de Contratos Colectivos de Trabajo (CCT) implicaron realizar consultas a los trabajadores para que decidieran si continuaban o no bajo el contrato, esto abrió a posibilidad de eliminar miles de sindicatos de simulación contractual y terminar contratos que no beneficiaban a los trabajadores, este punto tuvo tres grandes efectos.
Primero eliminó al 41.17% de contratos existentes, la mayoría pertenecientes a sindicatos hechos por las empresas para protegerse de sindicatos auténticos y de sindicatos fantasmas.
El segundo fue la posibilidad de dejar a tras a estructuras sindicales charras y antidemocráticas por sindicatos auténticos, sin embargo. Este aspecto solo se aprovechó en la industria automotriz de exportación.
El tercero fue la legitimación de los charros, la CTM sigue siendo la central obrera más grande del país y continua con las mismas prácticas de siempre, con la diferencia que ahora se ufanan de ser una organización “legítima”, sin duda este proceso significó un respiro de legitimidad jurídica para los charros que utilizan y seguirán utilizando para controlar, contener y oprimir a millones de trabajadores tal como lo han hecho toda la vida.
El sexenio de López Obrador modificó en un 40% la legislación laboral, éste utilizó las reformas laborales y los aumentos salariales para hacerse pasar por un gobierno benéfico a la clase trabajadora, mientras benefició y enriqueció a la burguesía. Este aspecto se muestra claramente si observamos que todas las reformas dejan intactos los intereses del capital, y tienen un margen muy limitado, aún más, hay algunas reformas que atacan al derecho de huelga seriamente, ahora la patronal puede decidir dejar de negociar con los sindicatos y que la huelga se decida en tribunales, terminando totalmente con la fortaleza sindical que representa la negociación colectiva y la misma lucha proletaria.
Muchas de las movilizaciones magisteriales emprendidas reflejaron años de condiciones laborales pésimas y en procesos precarizadores, como en el caso del magisterio de educación media superior de subsistemas estatales. El FNSEMS llegó a parar a más de 120,000 trabajadores y a estallar algunas huelgas en la Ciudad de México como las del SUTIEMS y del SINTCB, así como las del SPAUAZ en Zacatecas.
Estas luchas que despertaron a un sector por años inactivos en muchos casos fueron desactivadas con promesas del gobierno federal mediante diputados de MORENA, pero no desmovilizaron con represión ni con el cumplimiento de sus demandas, sino con la promesa del partido gobernante de satisfacción de lo solicitado, lo cual, luego de no ser cumplido, ha llevado a los trabajadores a mirar claramente el rostro del gobierno y a lanzarse de nuevo a la lucha. En la segunda huelga del SINTCB se logró una gran victoria luego de dejar de confiar en las promesas vacías del gobierno.
Las luchas sindicales fueron en su mayoría espontáneas y desvinculadas entre sí. En el sector industrial, quien padeció el efecto más profundo y lacerante del reflujo obrero, estalló cientos de luchas por demandas económicas. El pago del reparto de utilidades que el gobierno de MORENA limitó a tres meses de salario, llevó a miles de trabajadores a realizar paros en los grandes centros industriales del país.
Estas movilizaciones se hicieron en ausencia y aún en contra de organizaciones sindicales. Fueron importantes explosiones que se quedaron en eso, un momento que no se aprovechó para construir verdaderas organizaciones de clase en defensa y conquista de los derechos laborales. También se vio la ausencia de una coordinación mínima entre sectores en lucha, el magisterial, el universitario, el automotriz, el minero, el industrial ,pese a estallar conflictos por demandas comunes en periodos de tiempo muy cortos y en zonas geográficas comunes, no se tejieron lazos entre las luchas que permitiera a los trabajadores accionar como clase y presentar una resistencia de mayor contundencia contra el capital y el gobierno federal y los estatales, más aún, organizaciones como la CNTE mostraron una coordinación muy débil, la mayor limitación del movimiento sindical es la confianza injustificada en el gobierno de MORENA.
La independencia política de las organizaciones de trabajadores sigue siendo una de las mayores necesidades para ésta, que, si continúa siendo una necesidad es porque carece, en términos generales, de la misma. Por desgracia en nuestro país una buena parte de la clase obrera vivió durante mucho tiempo en estrecha relación con el gobierno que se decía heredero de la revolución social de 1910. Este hecho provocó que no se esforzara por crear sus propias organizaciones políticas que lucharan por sus reivindicaciones y la prepararan para la toma del poder, sino al contrario, la clase obrera se subordinó al gobierno burgués.
Con el gobierno de MORENA ha sucedido que luego de un distanciamiento natural con el panismo, la clase obrera ha creído que la 4T es su gobierno y que es su representante, este hecho limita a la clase trabajadora pues, como ha sido recurrente, basta con unas promesas del gobierno morenista para que las luchas se desactiven sin haber obtenido nada.
En este periodo de reavivamiento de la lucha obrera muchos sindicatos se han acercado al gobierno o han solicitado su intervención para la resolución de sus conflictos, sindicatos de todos los colores y posiciones, desde los charros como la CTM hasta los independientes han caído en la ilusión, pero la respuesta gubernamental ha sido la misma, discursos y reformas laborales limitadas que no tocan los intereses de la burguesía ni modifica la correlación de fuerzas entre las clases a favor de la clase trabajadora.
Mientras la clase trabajadora no abandone la ilusión de que la 4T es un gobierno a su favor, continuará limitada a su política burguesa que reparte migajas al proletariado mientras beneficia y enriquece a la burguesía nacional y extranjera.